El Señor Jagannatha y Dasia Bouri


No tiene sentido preguntar si Dasia Bouri era un loco o de mente sana al ofrecer algo tan pequeño como un coco al Señor y decir: ”por favor regrésenmelo si el Señor no lo acepta felizmente”. Qué hombre tan extraño era él, ¿existe un dios que toma las ofrendas de sus devotos con sus propias manos? Nosotros también le ofrecemos mangos, bananas, cocos y otras delicias al Señor, pero se supone que se santifican a través de muchos rituales santos cuando la ofrenda se lleva a cabo. ¿Cómo es posible que un coco fuese llevado ante el Señor, como si Él lo necesitase desesperadamente? Dasia Bouri les instruía: ”Debe ser ofrecido tal como está. De otra manera regrésenmelo”.

El sacerdote en jefe de la aldea en que vivía Dasia Bouri, entró al templo por segunda vez con el coco en sus manos. Él ya había tenido darsana con el Señor y todo el bhoga y los alimentos habían sido ofrecidos. Sin embargo, él olvidó el coco. Tan solo por una formalidad, él iba a mostrar el coco a la deidad para cumplir el deseo de Dasia Bouri y luego regresárselo a él. Dentro del altar había mucha actividad. Cerca de Garuda-Esthamba había un pequeño espacio. Así el sacerdote se movió a ese lado para tener visión clara del Señor. Él oró así: “Oh Señor, acepta esta ofrenda de Dasia Bouri de la aldea cercana de Baligram. Él pertenece a una casta la cual no tiene entrada a este templo. Pero el insiste en que si Tú no lo aceptas en tus propias manos, entonces debe ser regresado sin haber sido ofrecido”.

Mientras la gente se unía alrededor, el sacerdote levantó el coco enfrente del Señor Jagannatha. él sintió que sus manos se le congelaban, de pronto el coco comenzó a deslizarse de sus manos y desapareció milagrosamente. El sacerdote y todos los demás se quedaron atónitos ante semejante milagro.

Dasia Bouri es un devoto de casta de color, un intocable, un caído. El menor contacto con él requiere un ritual de purificación. ¿Cómo era posible que en esta era de Kali-Yuga El Señor tomara la ofrenda de tal hombre?”, el sacerdote se preguntó. De pronto, otro sacerdote cerca del altar del Señor Jagannatha gritó: ”Oh qué catástrofe, cáscaras de coco están cayendo alrededor del altar”. Los detalles de este incidente pronto se conocieron por todos. Toda la gente se hacía preguntas, y pensaban que era un truco. Pero esto no le importaba al Señor y a Su devoto.

“No se puede realizar a Dios sino a través de la fe”, le había dicho su padre. Dasia Bouri pertenecía a la aldea de Baligram la cual todavía existe a 30 millas de Puri. La vida en esta aldea es mas ó menos la misma que se vivía en 1790. Dasia Bouri tenía esposa pero no hijos, él tejía por ocupación. Usualmente, cantaba himnos para el Señor por las noches en su pequeña choza. El cantar era espontáneo para él y nuevas canciones para el Señor Jagannatha siempre salían de sus labios aunque ni siquiera sabia leer o escribir. Él sentía las vibraciones fuertes de estas canciones a través de todo su cuerpo. Muchas veces sentía que El Señor lo abrazaba y una vez escucho: “Yo he creado a todos. Todos son Mis hijos e hijas. No hay intocabilidad o separación entre mis hijos y Yo”.

El tiempo para el festival se acercaba. Jagannatha saldría para que todas las personas de todas las castas y religiones pudieran verlo, temprano esa mañana Dasia Bouri comenzó a caminar las 30 millas hacia Puri. Él cantaba dulcemente por todo el camino, encantando a sus compañeros peregrinos con sus canciones devocionales.


Cuando el grupo llegó a su destino, ya era tiempo para comenzar a jalar los carros. Así es que esperó cerca de Balangandi a medio camino del Grand Road de Puri, en lugar de ir cerca del templo. (Hay una creencia entre los devotos de que uno puede purgar todos sus pecados con tan solo tocar los mecates que se usan para jalar los carros).

Dasia Bouri sintió que era empujado hacia el carruaje del Señor Balabhadra en lugar de ser él quien lo jalaba. De pronto, como una visión miró el carro de Subhadra que se acercaba, en su mente intoxicada de amor a Dios, el carro de Subhadra parecía que iba corriendo por delante. Decorado con espléndidos colores, el carro de Jagannatha seguía al final, acompañado con el estruendo de las kartalas y caracolas. El carro era encabezado por cuatro sementales blancos hechos de madera y era jalado vigorosamente por cientos de miles de devotos.

“¡Qué apariencia tan graciosa! ¡Qué inmensos ojos llenos de amor! ¡Oh, qué cara! Es como el cielo obscuro. ¡Queé invitadora su sonrisa!”. Extendiendo sus brazos para alcanzarnos a todos.

Dasia Bouri deseaba subirse al carro, pero su deseo nunca podría ser cumplido, ya que él era un intocable. “¿Es una ofensa tocar a Jagannatha, quien es el Señor del cosmos entero?”. El único consuelo de Dasia Bouri era que estaba viendo al Señor Jagannatha frente a él, en el mejor de los días y en la mejor modalidad del Señor. El estar cerca de su Divina Presencia era lo único que Dasia podía pensar.

La deidad del Señor Jagannatha originalmente pertenecía a la tribu de la montaña de Orissa. Él fue descubierto por Vidyapati, un mensajero del rey Indradyumna y más adelante fue traído a Puri para ser adorado en el gran templo. Por eso a los descendientes de la gente de esta montaña se les ha dado el gran privilegio de ocuparse del Señor Jagannatha durante el festival de Rathayatra. Ellos ahora estaban sentados en el carro al lado del Señor, mientras el carro se acercaba a la casa de verano en el templo de Gundica.

La imagen del Señor todavía mantenía la completa atención de Dasia Bouri. Estaba sobrecogido con intenso amor y devoción en tal estado, Dasia Bouri caminó de regreso hacia su aldea, con canciones de amor al Señor en sus labios y la imagen de Él impresa en su corazón. Su esposa le esperaba. Ella había preparado únicamente agua de arroz para la cena. En medio del plato hondo lleno de agua de arroz, flotaba una hoja de espinaca. Debido a su estado de exaltación, Dasia vio la hoja como si fuera uno de los grandes ojos de Jagannatha. La atmósfera en la casa fue saturada con la Divina presencia del Señor Jagannatha. Al ver que su esposo bailaba, pensó que él estaba poseído por algún fantasma.

“La comida tiene la imagen del Señor ¿Cómo puedo comerla?“. Era lo único que Dasia podía decir. Entonces Jagannatha Se apareció a Dasia Bouri y le dijo: ”Oh Dasia, Yo siempre estoy contigo, Yo no necesito un pedestal de diamantes. Pide lo que quieras, estoy preparado para bendecirte”.

Dasia Bouri le susurro al Señor Jagannatha: “Oh Señor, solo deseo lo siguiente; por favor acepta mis ofrendas por Tu propia voluntad, cada vez que yo Te ofrezca algo a Ti”. El Señor estuvo de acuerdo y desapareció.

Al siguiente día Dasia Bouri hizo un trueque con el dueño de la casa donde vivía, cambió una pieza de tela por un coco. El coco debería de ser ofrecido al Señor, solo entonces su sueño podría ser verificado. Pero ¿cómo el coco iba a ser entregado a Jagannatha? Por arreglos de Jagannatha, el sacerdote en jefe iba ese mismo día para Puri con un grupo de devotos llevando consigo muchas ofrendas. Dasia se le acercó al sacerdote muy humildemente y le pidió: “Oh amigo, por favor lleva esto al Señor Jagannatha de mi parte, ya que no puedo entrar al templo, si Él no lo toma, por favor regrésamelo cuando regreses”.

Después de tal incidente en el templo, todos realizaron, incluyendo el sacerdote de la misma aldea, que el Señor y Sus devotos son inseparables. “Donde hay un devoto puro yo también estoy presente”.
Tiempo después Dasia Bouri fue a Puri con una canasta de mangos para el Señor. Cuando llegó a Puri se imaginó la forma del Señor sentado dentro de la rueda azul situada en la parte superior del templo, llamada Nila-Cakra. Jagannatha aceptó la fruta por Sí mismo y la canasta se vació inmediatamente.

Un grupo de sacerdotes vio esta desaparición milagrosa de los mangos y corrieron donde Jagannatha para asegurarse de que el incidente era genuino. Para su asombro, ellos vieron cáscaras de mango y semillas en el altar y gotas de jugo de mango caían de la cara del Señor Jagannatha.

¿Quién va a llamar a tal devoto “caído” o “intocable?”. Había una completa unión entre este devoto y el Señor, como un amante y su amada. ¿Acaso no es esta una persona bendita?

Después de la muerte de Dasia Bouri, el rey de Puri les otorgó a sus descendientes un permiso en la celebración del Rathayatra. Solo a ellos se les permitiría llevar los caballos de madera y a los tres conductores de sus carros. Este servicio es ejecutado hasta estos días tan solo por miembros de su familia.

¡¡JAYA JAGANNATHA!!