El Señor Jagannatha y otro deseo cumplido



En ese primer día de servicio del joven hombre, otro Lila espectacular ocurrió en el templo.
Esa tarde cuando el estaba parado en frente de las Deidades, una pareja de recién casados llego de Orissa y lo conocieron.
El se llamaba Deepen Ghosh y el nombre de su esposa era Subhashree.
El esposo pregunto al autor, El de la cara negra, es Jagannath? ¿Puede El realmente escuchar nuestras oraciones y contestarlas? Quizás no, porque El esta hecho de madera y no tiene oídos con que escuchar.
Tu eres uno de los sacerdotes de Jagannatha que solo estafan inocentes peregrinos que vienen de lugares muy lejanos. Estas solamente interesado en tomar el dinero de ellos en Su nombre. Pero El nunca contesta ninguna de nuestras oraciones.
Como este era el primer día en el templo, el joven Kunthia no podía entender al señor Ghosh. El simplemente replico, con mucho sentimiento, si Jagannatha escucha, si tu  oración es sincera.
Deepen Ghosh era un hombre de negocios muy rico y a la vez era muy escéptico de estas tradiciones antiguas. El sarcásticamente desairo al joven Pujari, “Yo soy sincero, pero tu no. ¿Cuál es el valor de hacer Puja y orar a ese tronco de madera? El padre le ha dicho al hijo que haga esto y el hijo le ha dicho a su hijo. Y así continua. A ese quien tu llamas Jagannatha no te puede escuchar”
Cuando el hombre se volvió mas firme para retar al Khuntia, este fue a consultar al jefe de Pujaris del templo quien se encontraba decorando a Jagannatha con guirnaldas de flores.
El le aconsejo “dile que venga otra vez a la ceremonia de Candana Lagi del Señor Jagannatha después de media noche. En esta ceremonia, se le pone en la frente de Jagannatha un sándalo de olor muy dulce entes de que El vaya la a dormir. Si cualquiera le ora el en esta hora en particular El le concede eso”.
Cuando el señor Ghosh de nuevo empezó a hablar al Señor Jagannatha con tanto sarcasmo y risotadas, su joven esposa bajo su cabeza y empezó a rezar. Cuando el se fue del templo, ella silenciosamente lo siguió.
Para el asombro de todos, esa misma noche, el señor Ghosh y su esposa regresaron al templo para la ceremonia de Candana Lagi.
El volvió a encontrar al joven Khuntia y de nuevo le hizo la misma pregunta, “¿Bien, es esta buena hora para que Jagannatha escuche? Si es, yo tengo algo que preguntarle.
El joven Pujari pregunto que era lo que quería. El señor Ghosh replico “¿puede el concedérmelo? Pregúntale tu primero!.
El autor, un poco molesto con este hombre tan difícil le dijo, “Si, El te lo concede solamente di lo que quieres”.
El señor Ghosh por un momento miro a su hermosa y joven mujer. Su piel era clara y su cara  brillaba como la de una diosa. Ella llevaba puesto un sari de seda de Benares y su cara estaba media cubierta. En verdad ella perecía una joven reina.
El la amaba demasiado, pero tenia un deseo ardiente ardiente interior también.

Así que en broma y un poco serio también el se volvió, hacia Jagannatha y le pregunto: “dile que me de salvación, dile que estoy suplicando por su Moksa”
El joven Khuntia fue hacia el jefe de Pujaris quien ponía en ese momento pasta de sándalo en la frente de Jagannatha.
Es natural que en ese momento tan deleitable el Señor Jagannatha concediera con un humor feliz cualquier cosa.
 El Khuntia comunico todos los detalles acerca del hombre al jefe de Pujaris. Su nombre, lugar de origen, el nombre de su esposa, y la oración misma.

Entonces con una voz tan fuerte para que el hombre pudiese escuchar, el sacerdote pregunto al Señor Jagannatha, “Ho ¡Jagannatha, este hombre Deepen Ghosh de Bengala te pide salvación, por favor concédesela”. 
El autor regreso y le dijo al hombre que su oración seria concedida.

El señor Ghosh replico, “Hah! Esta Deidad de madera me ha concedido mi deseo! Maravilloso! No me engañes por favor! No me engañes! No pienses que soy tan entupido, no soy estafado tan fácilmente!”

Los meses pasaron. Este incidente se borro de la mente del autor.
Seis meses mas tarde, el regresaba a casa de su trabajo de la escuela. Cuando el pasaba por la entrada del templo escucho que se anunciaba su  nombre por las bocinas del templo.
“Sri Somanatha Khuntia, por favor venga a información porque una señora de Bengala ha venido a verlo.”

El Khuntia estaba muy sorprendido. ¿Qué mujer querrá verme? El inmediatamente se dirigió a información. Al ver a la dama, no recordó haberla visto antes. Ella llevaba un sari blanco, sin maquillaje, ni ornamentos de oro. Ella era una viuda de luto.

Al ver al Khuntia venir, la mujer corrió hacia el y cayo a sus pies en señal de respeto hacia un Pujari de templo. Ella deposito 101 rupias a sus pies.

En lagrimas ella dijo, “Tu Jagannatha es muy grandioso! El escucha como un hombre. Ahora soy un viuda, mi joven esposo Deepen Ghosh murio subitamente el mes pasado!”
El autor se quedo sin habla.

¡¡Jay Jagannatha!!

El Señor Jagannatha y el orgulloso devoto


En el año 1727 Dhananjay Mehta, un hombre muy rico de la ciudad de Hyderabad, al sur de la India, vino a Puri. Él estaba muy orgulloso por su riqueza. Había venido con su familia, aunque personalmente no tenía fe en Jagannatha. Así que mientras se encontró ahí decidió retar a la extraña imagen hecha de madera.

En el templo, preparaciones de alimentos son ofrecidos a las Deidades tres veces al día. Dhananjay Mehta públicamente declaró que iba a dar una donación de 100.000 rupias para Jagannatha únicamente si los cocineros podían ocupar todo el dinero en preparar una ofrenda de prasadam. En aquellos tiempos la fruta y la verdura eran muy baratas. Cien rupias eran más que suficientes para comprar bhoga y preparar una ofrenda. Mil rupias eran demasiado. Por lo tanto nadie en el templo podía imaginar qué comprar con 100,000 rupias. Esto se volvió un gran problema para los adoradores del famoso templo de Jagannatha.
Sin lugar a dudas estaban acongojados de ver semejante actitud de reto del así llamado devoto. El sacerdote decía: “¿sabrá él que tal cantidad es demasiado? ¿Deberíamos pedirle una donación más pequeña?”.
Jagannatha es grande, Su templo es majestuoso, Sus rituales son místicos y divinos, así que como le podemos decir a este hombre que de menos.

En este tiempo, la mantequilla era el ingrediente más caro, ¿qué clase de prasadam debería prepararse que llevara tan solo ghee? ¡Pero ese millonario de Hyderabad quiere un prasadam que cuesta 100.000 rupias!

Desde el origen del templo mismo, miles de personas han sido servidos con maha-prasadam en el Anada Bazar del templo, muchos tipos de sabrosuras se han ofrecido en abundancia. De hecho el templo del señor Jagannatha es el único en el mundo donde se ha considerado el maha-prasadam aun más valioso que el darsana. Todos pueden comer sin tomar en cuenta, casta, color, o credo, pero nunca de había presentado un problema como este.

Los cocineros no sabían qué hacer. Finalmente ellos decidieron: “Comuniquémosle este problema a Jagannatha mismo y que se cumpla Su deseo”. Él no es un hombre de carne y hueso al que se le ora por un simple deseo. Que se ejecute dharana, o la adoración el grupo, frente a Él. Así el pandit ofreció una oración: “Oh Señor, por favor escoge los alimentos que Tú deseas”.

Al mismo tiempo, el millonario estaba ansioso de volver a sus negocios en Hyderabad, no quería permanecer por más tiempo en Puri, así que le pidió al Pandit que lo visitara y le informara acerca de su decisión concerniente al prasadam.

El Pandit le contestó que estaban esperando que el Señor mismo les diera la respuesta.
Al hombre rico le agradó esto y no le importó permanecer por más tiempo en Puri. En esta dulce manera, el Señor le estaba enseñando. Uno primero debe saber cuál es el deseo de Dios y luego actuar conforme a este.

Cien mil rupias era una miseria para el Señor quien reina sobre innumerables universos. A su debido tiempo Jagannatha dio la respuesta al sacerdote, hablándole en un sueño: “Que esta persona adinerada me ofrezca un pedazo de pan. Pero la nuez de betel que va adentro de la hoja de pan no deberá estar untada con lima sino con polvo de una perla finamente molida. Aún mas, dicha perla deberá de encontrarse dentro de la cabeza de un elefante”.

Ahora bien, una pieza de pan se puede comprar muy barata, aun hoy en día cuestan 50 paisas o menos, pero con este ingrediente tan raro por dentro, el costo sería excesivo. Inmediatamente el Pandit corrió en busca de Dhananjay Mehta y le contó la historia completa. “¿No es esto increíble? Jagannatha quiere únicamente una nuez de betel, pero quiere que sea preparada con la perla encontrada en la cabeza de un elefante”.

Al escuchar esto, la cara de hombre palideció, él pensó: “¡Tan solo una nuez de betel! ¿Nada más que eso?”. Se dice que un elefante vale 100.000 rupias vivo o muerto. ¿Cuántos elefantes tendría que matar para poder encontrar una perla? No todos los elefantes tienen una perla dentro de su frente.

¡Esto es muy raro! Ciertamente uno en un millón tendrá una perla en su cabeza. El hombre comenzó a tambalear. Había sido derrotado. Era incapaz de ofrecerle al Señor una simple nuez de betel. Desatándose el turbante y quitándose las sandalias, corrió hacia el Señor con una bolsa conteniendo las 100.000 rupias. Una gran muchedumbre lo siguió.
Todos miraban atónitos. El Señor había vencido al millonario de su propio juego de monedas y centavos. Al final su orgullo humano fue desecho. Comenzó a sollozar, queriendo alcanzar al Señor Jagannatha con un llanto irrefrenable como el de un niño.
Completamente derrotado y con plena devoción el oró: “Oh, Señor he cometido el desatino más estúpido del mundo, ya que soy incapaz de ofrecerte tan siquiera una nuez de betel. ¿Qué más se puede ofrecerte? Oh, Señor, perdóname, soy un caído, insignificante frente a Ti. Pero, también Tú me has hecho un sabio. Todo Te pertenece y Tú lo eres todo. Toma todo lo que tengo. Por favor acepta la roja y dulce nuez de betel de mi corazón.


¡JAYA JAGANNATHA! 

El Señor Jagannatha y el capitán Beatle


El barco había partido de Chandanpur y estaba a pocas millas de mar abierto en la bahía de Bengala. El piloto vigilaba el océano a través del telescopio, de pronto sus ojos se fijaron en un punto en particular. ¿Podría ser esa una gigantesca ballena o un monstruoso animal marino lo suficientemente grande que se podía devorar al navío entero? Era sorprendente. Tan solo el golpe de su cola podría romper en pedazos el barco. El piloto vio que el navío se dirigía hacia la criatura, medidas preventivas se habrían de tomar para evitar una catástrofe.

Sin un momento de tardanza, él gritó: “¡capitán, todos alerta!”. El capitán francés tomaba una lectura del curso del navío de su mapa geográfico en el cuarto de control. Al escuchar el llamado, salió un poco perplejo. “¿Cuál es el problema?”, preguntó. El piloto estupefacto señaló con su dedo a la ballena. El capitán Beatle observó el acercamiento de la ballena a través de sus binoculares. Una inminente tormenta se miraba en el horizonte. Los vientos eran borrascosos y desgarraban todas las velas.

El capitán pensó primero en soltar los botes salvavidas del navío. Pero podrían los pequeños botes alcanzar la orilla en vientos tan altos, podría haber pérdida de vidas. El capitán realizó la gravedad de la situación, pero se sentía acongojado con un sentimiento de impotencia. Entonces enormes olas hacían al mar más inquieto y obscuro. En cuanto más observaba el peligro que se acercaba, más temeroso se sentía. El capitán no tenía idea de que decisión tomar.

Finalmente, lo único que decidió hacer fue tomar el timbre de advertencia, gritó a su tripulación que se cuidaran. No había manera de impedir el inminente desastre. El navío francés había zarpado de Pondicherry, al sur de india hacia Francia dos meses antes, sería un viaje rutinario. En los años cincuenta el comercio de especias con clavo, canela y cardamomo era entre India y el continente Europeo. Unos días más y el viaje habría terminado. “El próximo puerto me hará muy feliz”, meditó el capitán tristemente. “¡Oh, cómo desearía dejar esta horrible tormenta detrás de nosotros!”. Entonces solo habría solamente tres paradas más hasta llegar a Madras y Pondicherry.

La mayoría de la tripulación y pasajeros en el barco eran franceses. Se dirigían a la pequeña colonia francesa de Pondicherry a poca distancia del sur de Madras. Una campana especial para la iglesia de Pondicherry viajaba a bordo del barco. Al descargar el barco en Pondicherry, el navío se regresaba a Francia. Ahora con la tormenta, el capitán Beatle corría frenéticamente en el barco, el fue rodeado por todos los pasajeros atemorizados. Cualquier esperanza hasta para salvar mujeres era remota, Beatle era un capitán de experiencia habiendo pasado dieciocho años en el mar. Sin embargo, ahora se encontraba completamente perplejo. De pronto una dama pasajera corrió hacia el: “Oh! Capitán, no importa si yo muero, pero por favor salve a mi bebé”. El bebé tenía una apariencia angelical, cerca de un año de edad el cual miraba a su madre, sin saber lo que acontecía a su alrededor.

Lágrimas corrían por las mejillas del capitán y el pequeñuelo empezó a llorar junto con su madre, el capitán estaba fuera de sí mismo que no podía consolarlos. La sombra de la muerte aparecía amenazante, una transición entre la vida y la muerte violentamente se promulgaba, todos estaban aterrorizados. Algunos lloraban mientras otros tomaban medidas a medias para salvar sus vidas, quedaban solamente pocos momentos antes del inevitable final. Sólo un hombre estaba sentado muy calladamente y sin ansiedad, él miraba una fotografía de su adorable Señor y la mantenía cerca de su corazón, susurrando algo así mismo. Su mente estaba fija en esa fotografía. Él era un viejecito hindú que abordó el barco en el último puerto. El capitán Beatle pasó cerca de él muchas veces, aún así él no notaba su presencia.

El Capitán Beatle corrió hacia la cubierta de arriba para observar con los binoculares el acercamiento fatal, él murmuro a sí mismo: “¡Oh Dios mío estamos tan cerca de esa ballena mortal, que vista tan horripilante!”. Él sintió como si su sangre fuera a coagularse, al ver que la muerte se acercaba lentamente, ahora solo se podía sentir el toque de ella. Los parientes del capitán estaban todos en Europa y una inmensa tristeza lo embargó, no podía actuar del todo. De pronto vio al viejo hindú sentado en medio del horror y confusión. El capitán Beatle se inclinó para ver la fotografía que el hombre sostenía. Era una fotografía hecha a mano con tres deidades cerca la una de la otra. Una era negra, otra amarilla y la tercera blanca. “Los ojos de la deidad negra lucen muy grandes y terribles”, pensó el capitán. “Ellos me recuerdan los ojos de la ballena, dos enormes ojos en una cara negra, mirando directamente hacia ti, tan prominente y poderosa”.

“¿Qué estas haciendo?”, gritó el capitán. Enderezándose el pobre hombre lo miró. Cada ojo tenía una lágrima. “Estoy rezando al señor Jagannatha para que nos salve de esta catástrofe”, dijo él quedamente. “¿Jagannatha? ¿Quién es él? ¿Dónde está? ¿Qué puede hacer por nosotros? ¿Puede matar la ballena con un arma? ¿Puede salvar el navío?”, replicó el capitán. El indicio de una sonrisa apareció en la cara arrugada del viejo, parecía tan calmado y dueño sí mismo en este momento de crisis. “El señor Jagannatha es mi único recurso. El peligro se desvanece si uno le reza a Él”, el viejo le dijo apasionadamente. Su misericordia es inconmensurable, aún a los semidioses, que hablar de seres humanos, aun cuando nosotros lo llamamos, Él viene y nos ayuda.

“¿Él puede salvar nuestro barco de las garras de la muerte?”, preguntó el capitán incrédulo”. “Él hará lo necesario, ese es su trabajo”, replicó el hombre simplemente. “¿Qué poder tiene tu dios para hacer eso? ¿Puede actuar como una fuerza controladora sobre la naturaleza?, preguntó el capitán. “Sí, Él puede salvar el navío, yo le ofreceré todos los tesoros a bordo del barco y a mi mismo también”. El viejo volvió a sus oraciones. El capitán volvió de inmediato a la cubierta de arriba y para su gran sorpresa vio que la ballena cambiaba de dirección. Los movimientos delanteros de la ballena se atrasaban y lentamente viró hacia el mar profundo.
El capitán observaba esto con su cara llena de asombro, pero el navío no paraba de moverse ante la venida de la tormenta. “Un peligro se ha ido, pero todavía hay otro con su gran furia”, pensó el capitán. Parecía que el barco iba hacer destruido entre unos minutos.

La fotografía del viejo empezó a relumbrar ante los ojos del capitán Beatle. Entonces él oró, “¡Oh Jagannatha!, Tu controlaste la ballena, ¿pero eres capaz de frena la tormenta?”.Un enorme trueno se escuchó y un rayo de relámpagos alumbraron al cielo, tan poderoso que parecía como si el mundo entero sería destruido. Pero de pronto la tormenta murió y el navío fue salvado. El capitán Beatle anunció con una voz tan alegre: “!nos salvamos, nos salvamos, Dios nos ha liberado de todo el peligro!”. El capitán corrió al lado del viejo y lo abrazó apretadamente. El viejo aún estaba diciendo sus oraciones ante la fotografía de Jagannatha.

“El señor del universo ha respondido a nuestras oraciones”, dijo simplemente. Una sonrisa benigna apareció en la cara avejentada y cansada del viejo. Los ojos del capitán se llenaron de lágrimas y su voz se ahogó: “nadie es ajeno a tu Dios, Él protege a todos como los suyos propios”. Diciendo esto el capitán Beatle ordenó que todos los diamantes, gemas preciosas, ornamentos de oro y hasta la vieja campana de la iglesia francesa fuesen sacadas del cuarto del almacenamiento del navío y dada al templo del viejo. Entonces él anunció a todos: “Nuestro barco ha sido salvado debido a la misericordia de Dios”. Felizmente él vio como todos los tesoros abandonaban el navío y preguntó: “¿Tienen un cuarto de almacenamiento en el templo lo bastante grande para guardar todos estos tesoros para el Señor?”. Entonces el barco se hizo a la vela de nuevo. El capitán Beatle corrió a cubierta para observar si la costa estaba a la vista. La parte alta de un templo enorme parecido a una montaña azul, era claramente visible. Su compañero le dijo: “Esa es la residencia terrenal del Señor Jagannatha de Puri”. El capitán bajó su cabeza en señal de respeto hacia el señor.



AUN HOY SE PUEDE VER LA VIEJA CAMPANA FRANCESA EN EL PATIO DE LA OFICINA GENERAL DEL TEMPLO, CONOCIDA COMO GARAD.






JAYA JAGANNATHA!!!

El Señor Jagannatha y la bandeja de oro


Bandhi Mohanti no era brahmana, pero si un gran devoto de Jagannatha. Siendo tan pobre como era, él pensaba que el Señor era su verdadero amigo y que vendría para ayudarlo cuando éste lo necesitase.

Él pasaba la mayor parte del día leyendo acerca de Jagannatha, olvidando así a su esposa e hijos. Ella ni siquiera sabía que su esposo era un gran devoto del Señor, pero creía que él tenia un amigo en la localidad conocido como Jagannatha.

Ella estaba asombrada de ver que Bhandu prefería pasar más tiempo con su amigo que con ella. Un día su esposa le preguntó: “¿Quién es este amigo tuyo?”.

“Tú no sabes, ni puedes saber. Él es muy rico, tiene un palacio muy grande. Él es un rey, Sus vestidos, Su comportamiento, Su forma de vida, todo acerca de Él es real. Él también es muy amable”, le contestó Bhandu Mohanti.

“¡Vamos a verlo un día!”, pidió la esposa.

“¿Cómo puedes tú ir a verlo con ese vestido tan viejo?”, le contesto el esposo.
“Si nosotros queremos ir, debemos llevar algunos presentes y nuestros hijos deberán de vestir muy bien. Tú deberás lucir collares y pulseras de oro, de otra manera el encargado de la puerta de la casa de mi amigo puede que no nos permita entrar, y ya que yo no tengo el dinero para comprar tales cosas, yo no voy a verlo”, agregó él.

Entonces la esposa de Bhandu Mohanti respondió: “Si tu amigo es honesto y verdadero, él te respetará y aceptará de cualquier forma en que estés vestido, y ya que tu eres tan pobre, ¿por qué no te acercas a él para que nos ayude?”.

Bhandu Mohanti no puso atención a lo que su esposa decía, así que ella se enojó de nuevo. Tiempos más difíciles estaban por venir. Toda la aldea estaba sufriendo de una mala cosecha, ya que sin haber llovido, muchos morirían de hambre. Era el año 1392, y como Bhandu Mohanti, la mayoría de los aldeanos eran granjeros. Todos estaban muy afligidos, Bhandu les decía a menudo, “Mi amigo es muy rico, si Él lo desea puede salvarnos”. Así que su esposa lo obligó a que fuera ver a su amigo.

Ya había amanecido cuando Bhandu Mohanti, acompañado de su esposa e hijos, iniciarón su camino hacia Puri para encontrarse con el Señor jagannatha. Ella pensaba: “Si llegamos a cualquier cuidad, por lo menos alguien les dará algo de comer a los niños”.

Ellos caminaron desde la aldea de Shatapada hasta Puri, a una distancia de casi 30 millas. Amablemente algunos granos de arroz les fue dado por los peregrinos que pasaban por el camino aquella noche. Después de tres días la familia llegó a Puri. Bandhu Mohanti los llevó directamente al templo de Jagannatha, pero ya que era media noche, las puertas estaban cerradas., por lo tanto descansaron en Pejanala al lado sur del templo. En este lado hay un acueducto donde las vacas vienen a tomar el agua de arroz que viene colada desde la cocina del templo.

“¿Dónde está tu amigo rico de Puri? ¿Dónde está su casa?”, le preguntó su mujer con ansiedad. “Él ahora está muy cerca”, Bandhu contestó. No deseba decirle a ella que él se referia al Señor jagannatha.

Los niños tenán mucha hambre y lloraban, así que la esposa les dio agua de arroz de la pejanala, de la misma que tomaban las vacas. Después de esto todos tomaron descanso, pero su esposa debido a que estaba tan preocupada por los niños se mantuvo despierta. De pronto ella vio a un brahmana de color obscuro, el cuál traía sobre su cabeza una bandeja de oro y sobre ella, muchas variedades de alimentos, se acercó llamando: “¿Dónde está Bandhu Mohanti? ¿Dónde está Bandhu Mohanti? “Sí, aqui estamos. ¿Que es lo que sucede?”, ella preguntó.

El joven brahmana sonriendo misteriosamente le dijo, “El amigo de Bandhu Mohanti le ha enviado esta comida, por favor, tómela que yo tengo mucho trabajo que hacer”.

La mujer no estaba en posición de tomar decisiones y su esposo estaba dormido. Pensó que no era apropiado despertarlo después de tan largo viaje, así que ella aceptó la bandeja con la comida y despertó a los niños. Todos ellos comieron el gran banquete, y después de haber terminado volvieron a dormirse con sus estómagos satisfechos.

Cuando Bandhu Mohanti se despertó, ella le contó todo. El comenzó a llorar desesperado: “¿Por qué no me despertaste? Tu has sido bendecida al poder verlo, y yo no soy cualificado para poder encontrarme con El”. Su mente se tambaleaba al ver la magnitud de lo que acababa de sucederles. Su esposa no podía comprender que era lo que sucedía. Ya que tenía una mentalidad mundana, no podía entender el profundo significado de este incidente.

Bandhu Mohanti, en gran éxtasis comió todo lo que habían dejado sus hijos en la bandeja de oro. “¿Pero qué es lo que voy a hacer con este plato de oro?”, se preguntó a sí mismo. Él lo limpió y con gran devoción lo colocó debajo de su almohada esa noche para evitar que alguien se lo robara.

Por la mañana había mucha conmoción dentro del templo, la carísima bandeja de oro que usaba el Señor Jagannatha había desaparecido. El problema fue reportado de inmediato a Virakisora, el rey de Puri, quien es la maxima autoridad en cuestiones del templo de Jagannatha. La policía arrestó a Bandhu Mohanti mientras estaba durmiendo aquella mañana fuera de las paredes del templo. La bandeja de oro fue regresada al templo y el rey estaba listo para darle un buen castigo al culpable.

La esposa de Bandhu Mohanti y sus hijos lloraban y suplicaban: “¡El amigo rico de de Bandhu Mohanti fue el que ocasionó todo esto!”, decía la mujer, tratando de defender a su marido. Bandhu Mohanti no lo pudo evitar y también comenzó a llorar. Nunca se imaginó que le sucedería semejante calamidad.

El rey anunció que daría la sentencia al siguiente día. Esa noche, el rey de Puri tuvo un sueño milagroso. El Señor Jagannatha se le apareció diciendo: “oh Rey, si un amigo viene a tu casa, ¿acaso no es correcto que lo recibas con una buena merienda?”. Bandhu Mohanti es Mi amigo, ¿qué falta he cometido al ofrecerle de comer en mi bandeja de oro? ¿Me vas a sentenciar a Mí también? Por favor, ¡libéralo de inmediato!”.

De inmediato el rey liberó a Bandhu Mohanti sin perder tiempo. También permitió que Bandhu Mohanti y sus descendientes se les permitiese servir en el templo mismo. Aun hoy en día, los descendientes de Bandhu Mohanti cocinan las primeras ofrendas del día para Él. Es una preparación de arroz dulce conocida como khecheda.

Después de cocinar esta preparación, Bandhu Mohanti llevaba esta ofrenda en la misma bandeja de oro para las Deidades. Lo más asombroso es que Bandhu Mohanti no era brahmana y nunca había tenido un servicio hereditario en el templo. Aun hoy en día hay cocineros en el templo con el sobrenombre de Mohanti, quienes son descendientes directos de él, los cuales ejecutan el mismo servicio.
Él simplemente consideró a Jagannatha como su amigo.

¡¡JAYA JAGANNATHA!!

El Señor Jagannatha y Salabega

 
 
El carro de Jagannatha no se movía a pesar de ser empujado, jalado por toda la bulliciosa muchedumbre, se mantuvo como una inmensa montaña. El carro de Subhadra, la hermana de Jagannatha, había llegado ya a Balandi, que queda a medio camino del Grand Road de Puri.

Esto creó una gran aprehensión entre la gente que amenazaba con interrumpir el gran festival. Por un momento, el silencio reinó. ¿Era tiempo de descansar o era que los conductores de los carros trataban de que el público se apasionara más con ese retraso?

En ese momento, alguien escuchó unas bellas oraciones cantadas para el Señor. Un rumor circuló a través del gentío de que el que cantaba era el hijo de un musulmán y que debía de ser interrumpido en su canto.

“¿Quién quiere escuchar su canto? ¿Puede él hacer que el carro se mueva nuevamente? ¿Cómo puede él presumir de ser devoto del Señor?”. Tales rumores hicieron la atmósfera muy tensa.

En lo que se conoce ahora como Pakistán, un musulmán había raptado a una joven hindú. Más tarde, ella se convirtió en una de sus concubinas. Debodo al odio por el hinduismo, los musulmanes habían destruido muchos templos.

Paradójicamente, el musulmán procreó un hijo con la joven hindú, el cual se convirtió en un gran devoto del Señor Jagannatha. Su nombre era Salabega y des su niñez, cantó canciones llenas de devoción al Señor.

Una vez Salabega fue encarcelado por su propio padre, cuando se dio cuenta de que era un defensor de la cultura védica. Salabega se sobrecogía de una pasión muy intensa por ver al Señor Jagannatha.

“¡Qué destino tan cruel! Yo soy musulmán, nunca podré entrar al templo. No puedo obtener Su misericordia”.

A su tiempo, las bellas canciones de Salabega para Jagannatha eran escuchadas y cantadas en cada esquina de Jalana, Pakistán.

Un día se enteró de que Jagannatha saldría afuera del templo junto con Su hermano y hermana para el gran Rathayatra. “Aquí está la oportunidad que tanto deseo”, pensó Salabega. Así él partió para Puri. En la mañana del festival, Salabega corrió al frente de la entrada del león del templo. La gente lo reconoció inmediatamente y empezaron a calumniarlo. Él fue empujado hacia atrás. “¿Qué mi alma no puede ser redimida y encontrar la salvación?”, él lloraba.

Mientras tanto, el carro de Subhadra pasó cerca de él acompañado de los címbalos y el fuerte sonido de las ruedas. Salabega sintió como si hubiese sido jalado desde adentro. Como un niño en llanto, avanzó hacia el carro con sus ojos llorosos. Cuando el carro se movió hacia delante, pasó sin siquiera detenerse por un momento. “¡No podré ni tocar el carro!, sollozaba Jagannatha.

Después de algún tiempo, el carro de Jagannatha finalmente avanzó, acompañado de un estruendo estrepitoso de la vasta muchedumbre, estremeciendo así el cuerpo de Salabega. Conociendo el deseo de su corazón, el carro de Jagannatha se detuvo por un momento al lado de Salabega.

Este alto histórico del carro en el año 1489, testifica la pureza espiritual de Salabega. Él miró la cara del Señor Jagannatha todo el tiempo que quiso y cantó desde muy adentro de su corazón bellas canciones acerca de las glorias de Dios.

Sintió como si hubiese sido abrazado por Jagannatha Mismo. “Oh si Señor, Tus brazos abiertos abrazan a todos. No hay ninguna barrera para Dios , ya sea uno un intocable o no”.

Cada uno es parte y porción de Él. Entonces Salabega, ahí mismo en ese mismo lugar, compuso una de sus más grandes canciones: “Ahe nila saila, oh gran montaña azul. Oh gran montaña azul de Dios, como un elefante Tu sales del templo, para remover el denso bosque de nuestro sufrimiento. Lo recoges omo una pequeña flor de loto con Tu nariz, aplastas todas nuestras penas hacia dentro de la Tierra”.

El gran gentío había perdido la paciencia. Horas pasaban y el carro aun no se movía a pesar de todos los intentos por jalarlo. Finalmente, comenzó a caminar sin la ayuda del público. Toda la atmósfera estaba sobrecargada con las glorias de Dios, y el carro de Jagannatha siguió hacia adelante.

La muchedumbre lo siguió, pero Salabega permaneció inmóvil, parado en un solo lugar con las manos juntas y lágrimas en sus ojos, aun experimentando el contacto tan poderoso en su encuentro con su Señor.

Aun ahora, las canciones de Salabega son cantadas en el gran camino a Puri y dentro del templo también.

Hubo muchos más maravillosos incidentes en la vida de Salabega. Contrajo lepra y sufrió más de ostracismo, pero a su muerte, él fue sepultado en el mismo lugar donde estuvo de pie aquel día del festival de las carrozas. Una pequeña mezquita fue construida en su memoria y se encuentra aún hasta este día.

¡¡JAYA JAGANNATHA!!

El Señor Jagannatha y la diosa Carcika


No solo la gente de alrededor del mundo viene a ver a Jagannatha, sino también los semidioses y semidiosas. Se dice que estos devas les interesa más ver la última ceremonia del día conocida como Pahuda, en la cual Jagannatha se retira a descansar. Esta se lleva a cabo a una hora después de la media noche. Tres hermosas camas hechas de marfil y decoradas con las flores mas perfumadas especialmente jazmines blancos, son llevadas frente a las deidades. Las flores son esparcidas por las camas al sonido de música devocional y las formas diminutas doradas de Jagannatha, Subhadra y Balarama son acostadas listas para dormir. Enseguida arati, la ofrenda de la lámpara se lleva a cabo y las flores son esparcidas alrededor para ser tomadas por los semidioses y semidiosas como una misericordia del Señor Jagannatha. También es el deber de los semidioses y semidiosas estar presentes cada noche para esta ceremonia.

Un día la semidiosa Carcika de una aldea distante llamada Banki, llegó tarde a dicha función. Ella fue disculpada por el Señor Jagannatha, quien disculpa todos los errores, pero Balabhadra no la disculpó. “Madre, ¿tú crees que los rituales de este templo deben llevarse de acuerdo a nuestra conveniencia? Tú te has enorgullecido mucho en estos últimos días. ¡Fuera! no puedes venir a presenciar la ceremonia de Pahuda nunca más”.

Carcika no está preparada para recibir esta negativa de Balabhadra. Llena de ira contestó: “yo no soy la que se ha enorgullecido, eres tú quien se ha vuelto muy ostentoso, al ser vestido de una manera tan opulenta, adornado con mantos reales, ornamentos de oro y flores de dulce aroma. Yo tengo ocho manos, pero tú sin tener manos piensas que lo haces todo. ¿Quién es entonces el orgulloso? Así que por, favor déjame pasar para ver a mi Señor. ¿Por qué me estás discriminando de esta manera si sólo he cometido una pequeña ofensa?”.

Después de esto Balabhadra se enojó mucho más y perdió el control: “Tu mal comportamiento hacia Bhitarcha Mahapatra, el sacerdote en jefe es muy grave, he sido ordenado por él para que no te permita entrar al templo más. ¿Cómo puedes ir y proteger el área que te corresponde de Banki, aún con tus ocho brazos si no tienes disciplina?

Carcika le respondió: “Oh, entonces déjame ir y le pediré que me perdone. No tendré paz alguna si no veo a mi Señor. Seré de nuevo feliz si soy perdonada”. Carcika fue dejada ahí al final de Neishipabacha, las veintidós gradas que llevan al templo. La noche entera estaba por terminar y su corazón se agitó mucho. Era casi de mañana y los sevakas venían del templo. Los semidioses de todos los rincones del mundo habían venido esa noche, como era de costumbre a consultar con el Señor Jagannatha.

Ahora ellos se retiraban para ejecutar su deseo. Solamente Carcika fue dejada de pie cerca de la entrada. Si un semidios no cumple con su deber, puede causar daño a otros, así que debe ser reemplazado. El pecado de ser demasiado orgulloso es casi irremediable. Mientras Carcika recordaba esto, Balabhadra vino nuevamente con la mala noticia de que no se le permitiría entrar.

Balabhadra le dio el mensaje de Jagannatha: “Un semidios que es muy orgulloso no puede ser admitido. Si tú deseas redimirte, ve y ofrece tu servicio en el hogar de Bhitarcha Mahapatra, el sacerdote en jefe a cuya función viniste tarde y no vengas a mi. Solo Bhitarcha Mahapatra puede disculparte, si él lo desea y está complacido con tu servicio”.

Baladeva le explicó: “Por la práctica de actividades piadosas un hombre ordinario puede ir ascendiendo y eventualmente obtener el estatus de un semidios. Tan buena alma puede ser tratada como Dios mismo, pero solamente por su bondad, no por su posición. ¿Sabes esto, madre?

Carcika contestó: “Si, he actuado mal. Yo misma me tomaré la tarea de ir y servir a este hombre llamado Bhitarcha Mahapatra, aunque yo sea una semidiosa de una orden más alta. Le serviré a un hombre quien es un sirviente del Señor Jagannatha. Permíteme abandonar este lugar antes de que los otros salgan”.

Disfrazándose como una joven viuda, vestida con un sari blanco, Carcika se alejó del templo y se dirigió a la casa de Bitarcha Mahapatra. Mientras se acercaba, vio al viejo hombre sentado en las gradas del templo, entonces ella rápidamente se cubrió la cara con su sari y respetuosamente se detuvo a cierta distancia. El hombre levantó su cara y pensó: “¿Quién es esta dama? Solo puedo ver una parte de su cara. Pero ella luce tan joven y radiante Nunca la he visto en este lugar antes”. Pensando de esta manera, la llamó, “Madre, ¿has venido a nuestra casa o buscas a alguien en los alrededores?”. La dulce apariencia de Karcika hizo que Bhitarcha Mahapatra la considerara como una madre.

Carcika le suplicó: “Oro para que me aceptes en tu casa como tu sirviente, ya que no tengo otra forma de sobrevivir, mientras ofrecía mis reverencias al Señor Jagannatha, Él mismo me ordenó venir a servir en tu hogar”.

El viejo estaba tan asombrado y con lágrimas en los ojos contestó. “Este es tu propio hogar, eres como mi propia madre, un hijo no puede negarle protección a su madre”.

Así Carcika se convirtió en su sirvienta. Gradualmente se acostumbró a los deberes del hogar y de la familia y se ocupó totalmente del cuarto de puja, limpiando los artículos hechos de bronce, los vestidos de las deidades diariamente y prendiendo las lámparas. Ella ejecutó su papel muy bien de madre que Bhitarcha Mahapatra pensó muy poco en su propia madre que acababa de fallecer. El tiempo pasó. La esposa de Bhitarcha se encontraba muy enferma y envejecida, por lo tanto estaba muy complacida con la ayuda y los buenos modales de Carcika. Algunas veces la gente se preguntaba: “¿Quién es ella? ¿De dónde ha venido?”.

Algunas veces Carcika se llenaba de sentimiento cuando se hablaba del Señor Jagannatha. ¿Cuál era la razón de ello? A veces le preguntaban: “¿Por qué no vas al templo y tienes darshan del Señor Jagannatha? Gente viene desde lugares muy lejanos a verlo, y tú que vives tan cerca no lo vas a ver”.

Carcika respondía tristemente, “Es cuestión de suerte. Algunas veces uno no está destinado para verlo. Yo visitaré a Jagannatha cuando Él derrame Su misericordia sobre mi”.

Un día una gran tormenta cayó sobre Puri. Toda la cuidad estaba a oscuras. Fue muy difícil para Bhitarcha Mahapatra encontrar el camino a casa. Finalmente llegó a la puerta tocando muy fuertemente. Carcika respondió con ansiedad: “Oh que terrible noche para andar fuera, cuando obscureció encendí una veladora y me senté a esperar, pensando que vendría en cualquier momento. Esa veladora ahora se ha apagado”.

Mahapatra había llegado del templo completamente mojado, le entregó a Carcika el Maha-Prasada y fue a cambiarse de ropa. Pero no había ni un fósforo para encender una vela y él no había traído del templo porque llovía demasiado.

Con gran sorpresa él preguntó, “¿Cómo es que has encendido la vela cuando no tenemos fósforos y todos los vecinos se han retirado a dormir ya? ¿Puedes encender otra? Ella respondió: “Sí, hay una manera. Permíteme iluminar la habitación”.

Inmediatamente ella asumió su forma original alargando una de sus piernas para alcanzar la cúpula del templo donde había encendido una lámpara y con ella encendió la vela del sacerdote. Al tener esa visión divina, Mahapatra casi cayó sin conocimiento no pudiendo creer lo que sus ojos miraban. ¿Cómo podía esta sirvienta asumir tal forma milagrosamente divina? ¡Y tan inmensa y gloriosa que era!. Toda la ciudad de Puri podía ser acomodada dentro del espacio que había entre sus pies. Un sentimiento muy profundo de temor y maravilla se apoderó de él. Después de un momento Carcika tomó su aspecto normal y la habitación se iluminó.

Mahapatra pensó que sus ojos lo habían traicionado y que se estaba volviendo loco. “No te preocupes, padre”, dijo Carcika. Bhitarcha Mahapatra se postró recto como una vara frente a ella y le suplicó: “¡Oh Madre! Por favor revela tu verdadera identidad. No soltaré tus pies hasta que lo hagas.

Tal demostración de la gracia divina de Dios estremecía al sacerdote una y otra vez. Él se sintió estremecido. Así Carcika le reveló todo. Especialmente las razones por las cuales ella había sido excluida del templo.

Bhitarcha exclamó: “Oh madre, por favor regresa a tu morada original. Yo voy a adquirir un permiso especial del Señor Jagannatha para que puedas ser admitida de nuevo. Al asegurarse de esto Carcika desapareció de la casa de Bhitarcha. Era después de la media noche. La lluvia había cesado. Pareciese como si todo hubiese ocurrido como un plan del Señor.

Carcika se acercó nuevamente a la puerta principal del templo y Balabhadra le dio una sonrisa de bienvenida. Así Carcika realizó que uno no puede mantener su posición aun de semidios si uno no cumple con sus deberes prescritos para el mantenimiento del mundo entero ya que estas son las obligaciones de un semidios.

Jagannatha le ordenó: “Ahora Estoy contento contigo. Te asignaré una responsabilidad adicional, que te ocupes de Mi propio carro durante el festival de Rathayatra. Aunque ya los sevakas están ahí para cuidar de Nandighosa, tú serás su deva.

Carcika permaneció en silencio y solo movía su cabeza con mucho afecto, luego se retiró. Era ya de mañana y Bhitarcha Mahapatra apareció ante las deidades para ofrecer su servicio regular.

Este evento ocurrió en el año 1368. Antes de partir, la semidiosa le dijo a Bhitarcha si él deseaba algo. El contestó que no tenía interés en nada mundanal pero si quería verla nuevamente. Ella le contestó, “Ve a tu cuarto de puja”, y despareció. Él la obedeció y vio que había sobresalido del piso una imagen en piedra de la Deva misma.

Aún ahora después de haber pasado más de seiscientos años, esta imagen todavía se encuentra ahí y siempre se le hace puja por los descendientes de Bhitarcha Mahapatra.

¡¡JAYA JAGANNATHA!!

El Señor Jagannatha y la princesa Visnupriya



Después de tantos años de investigación una incurable enfermedad se burlaba de los doctores de Rajasthan.

Los astrólogos habían dicho sus predicciones, y aunque todos los sacrificios y pujas se habían ejecutado a los Dioses para una curamción milagroso, la enfermedad de la Reina empeoraba día con día.
El Rey Jayasimha de Kota en Rajasthan estaba muy preocupado por la salud de su amada Reina, Candravati.

El sentía que era inútil vivir si ella muriese. Debido a esta constante preocupación, el Rey se olvidó de sus ocupaciones del reinado. El dedicó todo su tiempo al cuidado y bienestar de la Reina, A pesar de todos los esfuerzos, su muerte era inminente.

Con su cara pálida y miserable; la joven princesa Visnupriya, sentada al lado de su madre. Con sus oraciones sin ser escuchadas, como si los dioses se hubiesen convertido en piedra.

Un día Visnupriya escuchó afuera del palacio la dulce voz de un limosnero cantar cerca de la ventana, y enseguida envió a un sirviente a averiguar quién era. “Un yogi del lugar santo de Sri Ksetra está cantando canciones al Señor Jagannatha. Él nos dio un grano de Maha-Prasada de su tazón cuando le preguntamos acerca de sus intenciones”. El sirviente informó a la princesa. “Nuestra Reina se curará si lo toma. El Señor Jagannatha responderá si a Él se le reza con seriedad y buena fe”.

Inmediatamente, el ánimo de la princesa se levantó Y con el corazón contento, Visnupriya aceptó el grano de Maha- Prasada. Aunque ella nunca había ido al lejano estado de Orissa a visitar el gran templo del Señor Jagannatha, ella pensó, “Si, Jagannatha es trascendental, y comida que ha sido ofrecida a Él es también trascendental”. Ella se acercó a su madre con el Maha-Prasada del Señor.

La Reina parecía un esqueleto. El color rosado de su cuerpo se había transformado en fantasmal y sin color, su rostro era pálido y sus mejillas hundidas, con sus ojos sumidos en sus orificios. La muerte tocaba la puerta.

Visnupriya se inclinó ante la cara de su madre y dijo fuertemente, “por favor, madre, abre tu boca .Esta es Maha-Prasada del Señor Jagannatha, el doctor supremo de cada uno”.

Súbitamente un rayo de sol iluminó la cara de la madre. Abrió sus ojos y comió el bocadillo de Maha-Prasada aun cuando su lengua no podía saborear nada. Una sensación divina sacudió su cuerpo. Cuando la comida bendecida pasó a su garganta su cuerpo se purificó y todos sus pecados se exoneraron.

Un regocijo inexplicable reinó sobre su cara como si ella resultase victoriosa y sin temor ante la presencia de la muerte. Esa tarde la enfermedad de la Reina se agudizó y pasó la noche entera en dolor. La princesa Visnupriya cantó canciones devocionales sobre la niñez del Señor Krishna y permaneció al lado de su madre.

El Señor Jagannatha es una cuidadela de misterios, insuperable aun por los Semidioses. El hombre mortal es demasiado frágil para comprender Su majestuosidad. Su gracia y misericordia son inescrutables e infinitas.

Anteriormente en una ocasión la Reina visitó al Rey de Puri por algunos días invitada por el mismo. La Reina empezó a recordar, “mi hija Visnupriya nació con las bendiciones del Señor Jagannatha”.

En su visita a Puri, la Reina había orado para tener una hija resemblando la apariencia del propio Señor, para que así la Reina pudiera pasar el resto de sus días en buena compañía. “Que sea yo tan afortunada en tener una hija y que el Señor Jagannatha se convierta en mi yerno”. Ella oró.

Toda la noche la Reina era atendida por sus sirvientes. Por la mañana ella se sintió un poco mejor. Mientras Visnupriya pasó toda la noche en vigilia, soñó que Jagannatha estaba parado con sus manos abiertas esperando ser enguirnaldado por ella. Él trataba de esconder su media sonrisa que aparecía en sus labios. Visnupriya sintió como si fuese jalada y abrazada por Él. ¡Qué éxtasis al estar en un intenso abrazo de Jagannatha! Una felicidad divina saturó su ser. Como si tan sólo ella pudiera tener esa fortuna.

El sueño de Visnupriya se interrumpió cuando su madre le pidió que tomara descanso o ella se enfermaría también.

Después de esto la princesa tuvo muchas noches sin dormir. Solamente cuando su madre la llamaba ella salía de sus sueños.

Le llevó algún tiempo reponerse, pero el sueño que ella tuvo hacía algunas noches no se podía borrar de su memoria. Ella pensaba como podría ser una sirvienta del Señor Jagannatha y como Él podría ser suya del todo.

Después de estos incidentes en su propia casa, Visnupriya estaba convencida que Jagannatha era Sri Krishna encarnado, El Señor Supremo de todos. Si no cómo pudo su Maha-Prasada curar a su moribunda madre.
Un largo periodo de tiempo pasó. Cada vez que alguien llegaba de Puri en el Reino, él era tratado como a un Rey, así era la devoción de la familia Real hacia el Señor Jagannatha.

Una vez el jefe de pujaris del templo de Jagannatha Taluchha Mahapatra, vino a este distante lugar de Kota en Rajasthan, cerca de la frontera de Kasmir. El había venido a distribuir Maha-Prasada en el distrito del Reino.

Como se dice que Maha-Prasada es cocinada por Maha laxmi, quien es la esposa del Señor Jagannatha y bendecido por Vimala, la diosa madre del templo que cura y purifica. Tiene un sabor dulce y celestial y aún el temor de la muerte puede ser dispersada al probarla.

Sabiendo el profundo amor que la princesa le tenía al Señor Jagannatha, Taluchha Mahapatra arribó con Maha-prasada. Al probarla por segunda vez Visnupriya tuvo otra visión. Con una sonrisa extática en su cara ella escucho al Señor decir: “Yo, El Señor Visnu, Soy tuyo porque tú eres Mi amada”.

Una ola de inexplicable felicidad cubrió su cara. Desde esa ocasión ella siempre mantuvo una fotografía del Señor Jagannatha cerca de su corazón. Frecuentemente sintió como si ella fuese abrazada por una fuerza súper humana muy poderosa. Entre mas sentía esta presencia con ella ya no sentía hambre y sed, ella se perdió completamente en esta conciencia y estaba tan llena de deleite y con un sentido de rendición al estar rodeada de los brazos del Señor Jagannatha. Sus mejillas se sonrosaron al paso de cada día, al estar tan feliz de ser besada por sus resplandecientes labios.

Ella empezó a experimentar un fenómeno divino en su cuerpo joven increíble a la imaginación humana. Cuando estas experiencias divinas pasaron, sintió la más grande de las angustias, por lo tanto ella quería siempre soñar.

Después de una corta estancia, Taluchha Mahapatra se preparaba para partir. La Reina le obsequió varios regalos para el Señor. El preguntó a la princesa si le gustaría dar algún ofrecimiento a Jagannatha.

La princesa Visnupriya meditó. “Al menos esto debería de ser comunicado a Él, que estoy completamente rendida a Él, y que siempre estoy esperando que Él aparezca para que yo caiga postrada a sus pies. Yo no tengo ningún otro ofrecimiento porque Jagannatha es el dueño de toda la riqueza cósmica”.

Ella empezó a escribir una carta con una pluma de oro y con olor de almizcle: “El está en todas partes como el espacio, y hay suficiente espacio en sus brazos abiertos para todos. Tú no tienes que ir a ningún lugar para que Él este contigo”. Esta fue la única sloka en sánscrito que le vino a su mente, así que ella la escribió y envió junto con diez monedas de oro.

De regreso al templo, Taluchha Mahapatra tenía cierta curiosidad por saber el contenido de la carta enviada al Señor. Con mucha anticipación y algo de aprehensión la abrió y empezó a leerla. Él pensó, “¿que es esto? Aunque ella es la hija bien educada del Rey, ella ha escrito tanta tontería. ¿Por qué yo debería de llevar semejante basura al Señor Jagannatha? Por lo tanto tiró la nota en el camino y continuó su viaje.

Totalmente exhausto, el jefe de pujaris llegó a su casa en Puri e inmediatamente tomó descanso, mientras dormía, ÉL Señor Jagannatha le habló en un sueño, “has traído las monedas ofrecidas por Visnupriya, pero no la carta la cual trataste como basura, no obstante esa carta no era para ti”.

“¿Hiciste tu deber? A tu mundana mente esa nota era solo un garabato infantil, pero para Mi era más valuable que el oro, escrita como fue con tanto amor y afecto por Mí. Cuando vengas al templo por la mañana ve y busca donde está la carta. Yo la recogí al momento que tú la tiraste y la sostengo muy cerca de Mi corazón”.

Taluchha Mahapatra inmediatamente despertó. Después de terminar con sus quehaceres matutinos, se dirigió hacia el templo y abrió las puertas selladas.

Él se sintió muy humilde; en completa vergüenza, temor y aprehensión fue hacia Jagannatha. Al ver la carta pegada al pecho del Señor, cayó al suelo enfrente de Jagannatha y oró: “¡Oh Señor, he cometido un terrible disparate en ignorancia. Errar es humano y perdonar es divino. Por favor perdóname!”.

Para eso los devotos empezaron a cantar las oraciones matutinas. “El Señor se regocijó de esto. Su cara negrita se miraba más hermosa que nunca. Su belleza negra, es una belleza como el cielo mismo. Un misterio para todos, pero una delicia eterna”, pensó Taluchha Mahapatra.

De esta manera el jefe de pujaris del templo de Jagannatha supo lo que era la devoción real. Visnupriya fue una olvidadiza de todas las cosas. Ella pasó el resto de su corta vida, sumergida solamente en los pensamientos del Señor.

¡¡JAYA JAGANNATHA!!

El Señor Jagannatha y el deseo cumplido


En 1973 el autor de este libro personalmente experimentó uno de los espectaculares lilas del Señor Jagannatha.

En la actualidad el autor es un sacerdote en el templo, porque el servicio se ha pasado de padre a hijo.

Todos los khuntias son guardaespaldas de las deidades y sin su permiso, los devotos no pueden entrar al santuario interior del templo para tener darsana, o para mirar a las deidades. Los khuntias aceptan cualquier ofrecimiento como fruta, ropa o dinero que se dona y solamente ellos pueden llevar estos ofrecimientos al altar de las diedades.

El autor era entonces un hombre joven de 28 años y este era su primer día entero de servicio a Jagannatha.

Tomó un baño, llevaba consigo un cordón santificado nuevo, candana blanco en su frente y tulasi mala en su cuello, el se dirigió al templo con su padre a las 4 a.m.

Hablando al Señor Jagannatha como a un ser humano él oró: “Bien Jagannatha. Yo se que a ti te gusta dar a Tus sirvientes muchas cosas finas, pero este es mi primer día. Por favor no me des nada hoy, yo estoy aquí para servirte”.

Cuando él se encontraba orando de esta manera, una viejecita le habló por detrás, “¿Oh joven, eres tú un pujari del templo? Tú debes ser nuevo aquí. Toma estas cinco rupias a las diedades y después llévalas a tu casa”.

“Oh Jagannatha, ¿Qué debo hacer? Acabo de prometerte no llevarme nada este día, pero ahora con el primer ofrecimiento Tú me estás dando este dinero, ¿me estas poniendo a prueba?”.

Sin tocar el dinero, el autor llamó a uno de sus hermanos que viniera y llevase el dinero a las deidades. La viejecita protestó, “no, no. Yo te estoy dando este dinero. Toma otras cinco rupias, tómalo”. De nuevo el joven pujari miró a Jagannatha en duda.

Él sintió como si estuviese luchando contra un elefante. Finalmente, se dio por vencido y tomó las diez rupias y se las entregó a su hermano, para así no ofender a la viejecita y al Señor.

Era ya el amanecer. A través del día mucha gente quería regalar dinero en agradecimiento al joven devoto pero él no lo aceptaba. Si lo hubiera hecho, él habría ganado mil rupias ese día.

Finalmente el último ritual iba a llevarse a cabo, era después de la media noche, y él había evitado aceptar cualquier dinero.

De nuevo viendo al Señor Jagannatha, él dijo, “Te he derrotado. He ganado. Si en verdad hubieras querido, habría recibido algo sin mi conocimiento. Pero ahora yo soy victorioso en tú servicio”.

Casi al minuto, el khuntia vio a un chofer de autobús parado a sólo pocos metros de él. Llamó inmediatamente al autor, “eres tú un sacerdote del templo?”.

“Si lo soy, ¿Qué deseas?”, replicó él, un poco preocupado.
“¿No ves que visto como tal? ¿Qué quieres que yo haga?”. El chofer de autobús replicó, “tengo algunas monedas de plata. Que las toque el Señor y después llévatelas a tu casa”.

En ese tiempo una moneda de plata era treinta veces más que el valor de hoy en día. El autor protestó, “venga mañana por la mañana y haga este ofrecimiento. Ahora no es el tiempo adecuado porque el último ritual ha comenzado ya”.

La cara del chofer se desvaneció. “Pero mi autobús está partiendo inmediatamente con peregrinos hacia Badrinath, no puedo esperar hasta mañana”.

El joven khuntia se dio la vuelta y comenzó a alejarse pero el chofer le arrojó las monedas de plata por detrás.

Cuando el kunthia miró hacia atrás, el chofer de autobús se había desvanecido. El khuntia se encontraba a solas en el templo con las deidades. Los demás sacerdotes del templo se habían retirado a sus casas.

Las monedas yacían en el piso junto a sus pies.

“Oh Jagannatha, ¿Qué puedo hacer? Tú me has dado monedas a pesar de mi rehusamiento tan necio”. Así que él recogió las monedas y se marchó a casa. Eran casi las 3 a.m. en la mañana. Cuando él le dio las veinte monedas de plata a su esposa, ésta se encantó de maravilla. Ella le había pedido a su esposo la noche anterior que colectara suficientes donaciones de plata para hacer tobilleras de plata para su hijita recién nacida.

El esposo permaneció callado, pero el Señor Jagannatha de cualquier manera se lo concedió a ella.

El joven khuntia fue a cambiarse sus ropas. Cuando una moneda más de plata cayó al suelo causando un ruido estrepitoso. El joven hombre se quedó sin habla. Alguien le había dado una rupia sin su conocimiento.
Por lo tanto el elefante siempre gana, y la hormiga es vencida.

¡¡JAYA JAGANNATHA!!

El Señor Jagannatha y Dasia Bouri


No tiene sentido preguntar si Dasia Bouri era un loco o de mente sana al ofrecer algo tan pequeño como un coco al Señor y decir: ”por favor regrésenmelo si el Señor no lo acepta felizmente”. Qué hombre tan extraño era él, ¿existe un dios que toma las ofrendas de sus devotos con sus propias manos? Nosotros también le ofrecemos mangos, bananas, cocos y otras delicias al Señor, pero se supone que se santifican a través de muchos rituales santos cuando la ofrenda se lleva a cabo. ¿Cómo es posible que un coco fuese llevado ante el Señor, como si Él lo necesitase desesperadamente? Dasia Bouri les instruía: ”Debe ser ofrecido tal como está. De otra manera regrésenmelo”.

El sacerdote en jefe de la aldea en que vivía Dasia Bouri, entró al templo por segunda vez con el coco en sus manos. Él ya había tenido darsana con el Señor y todo el bhoga y los alimentos habían sido ofrecidos. Sin embargo, él olvidó el coco. Tan solo por una formalidad, él iba a mostrar el coco a la deidad para cumplir el deseo de Dasia Bouri y luego regresárselo a él. Dentro del altar había mucha actividad. Cerca de Garuda-Esthamba había un pequeño espacio. Así el sacerdote se movió a ese lado para tener visión clara del Señor. Él oró así: “Oh Señor, acepta esta ofrenda de Dasia Bouri de la aldea cercana de Baligram. Él pertenece a una casta la cual no tiene entrada a este templo. Pero el insiste en que si Tú no lo aceptas en tus propias manos, entonces debe ser regresado sin haber sido ofrecido”.

Mientras la gente se unía alrededor, el sacerdote levantó el coco enfrente del Señor Jagannatha. él sintió que sus manos se le congelaban, de pronto el coco comenzó a deslizarse de sus manos y desapareció milagrosamente. El sacerdote y todos los demás se quedaron atónitos ante semejante milagro.

Dasia Bouri es un devoto de casta de color, un intocable, un caído. El menor contacto con él requiere un ritual de purificación. ¿Cómo era posible que en esta era de Kali-Yuga El Señor tomara la ofrenda de tal hombre?”, el sacerdote se preguntó. De pronto, otro sacerdote cerca del altar del Señor Jagannatha gritó: ”Oh qué catástrofe, cáscaras de coco están cayendo alrededor del altar”. Los detalles de este incidente pronto se conocieron por todos. Toda la gente se hacía preguntas, y pensaban que era un truco. Pero esto no le importaba al Señor y a Su devoto.

“No se puede realizar a Dios sino a través de la fe”, le había dicho su padre. Dasia Bouri pertenecía a la aldea de Baligram la cual todavía existe a 30 millas de Puri. La vida en esta aldea es mas ó menos la misma que se vivía en 1790. Dasia Bouri tenía esposa pero no hijos, él tejía por ocupación. Usualmente, cantaba himnos para el Señor por las noches en su pequeña choza. El cantar era espontáneo para él y nuevas canciones para el Señor Jagannatha siempre salían de sus labios aunque ni siquiera sabia leer o escribir. Él sentía las vibraciones fuertes de estas canciones a través de todo su cuerpo. Muchas veces sentía que El Señor lo abrazaba y una vez escucho: “Yo he creado a todos. Todos son Mis hijos e hijas. No hay intocabilidad o separación entre mis hijos y Yo”.

El tiempo para el festival se acercaba. Jagannatha saldría para que todas las personas de todas las castas y religiones pudieran verlo, temprano esa mañana Dasia Bouri comenzó a caminar las 30 millas hacia Puri. Él cantaba dulcemente por todo el camino, encantando a sus compañeros peregrinos con sus canciones devocionales.


Cuando el grupo llegó a su destino, ya era tiempo para comenzar a jalar los carros. Así es que esperó cerca de Balangandi a medio camino del Grand Road de Puri, en lugar de ir cerca del templo. (Hay una creencia entre los devotos de que uno puede purgar todos sus pecados con tan solo tocar los mecates que se usan para jalar los carros).

Dasia Bouri sintió que era empujado hacia el carruaje del Señor Balabhadra en lugar de ser él quien lo jalaba. De pronto, como una visión miró el carro de Subhadra que se acercaba, en su mente intoxicada de amor a Dios, el carro de Subhadra parecía que iba corriendo por delante. Decorado con espléndidos colores, el carro de Jagannatha seguía al final, acompañado con el estruendo de las kartalas y caracolas. El carro era encabezado por cuatro sementales blancos hechos de madera y era jalado vigorosamente por cientos de miles de devotos.

“¡Qué apariencia tan graciosa! ¡Qué inmensos ojos llenos de amor! ¡Oh, qué cara! Es como el cielo obscuro. ¡Queé invitadora su sonrisa!”. Extendiendo sus brazos para alcanzarnos a todos.

Dasia Bouri deseaba subirse al carro, pero su deseo nunca podría ser cumplido, ya que él era un intocable. “¿Es una ofensa tocar a Jagannatha, quien es el Señor del cosmos entero?”. El único consuelo de Dasia Bouri era que estaba viendo al Señor Jagannatha frente a él, en el mejor de los días y en la mejor modalidad del Señor. El estar cerca de su Divina Presencia era lo único que Dasia podía pensar.

La deidad del Señor Jagannatha originalmente pertenecía a la tribu de la montaña de Orissa. Él fue descubierto por Vidyapati, un mensajero del rey Indradyumna y más adelante fue traído a Puri para ser adorado en el gran templo. Por eso a los descendientes de la gente de esta montaña se les ha dado el gran privilegio de ocuparse del Señor Jagannatha durante el festival de Rathayatra. Ellos ahora estaban sentados en el carro al lado del Señor, mientras el carro se acercaba a la casa de verano en el templo de Gundica.

La imagen del Señor todavía mantenía la completa atención de Dasia Bouri. Estaba sobrecogido con intenso amor y devoción en tal estado, Dasia Bouri caminó de regreso hacia su aldea, con canciones de amor al Señor en sus labios y la imagen de Él impresa en su corazón. Su esposa le esperaba. Ella había preparado únicamente agua de arroz para la cena. En medio del plato hondo lleno de agua de arroz, flotaba una hoja de espinaca. Debido a su estado de exaltación, Dasia vio la hoja como si fuera uno de los grandes ojos de Jagannatha. La atmósfera en la casa fue saturada con la Divina presencia del Señor Jagannatha. Al ver que su esposo bailaba, pensó que él estaba poseído por algún fantasma.

“La comida tiene la imagen del Señor ¿Cómo puedo comerla?“. Era lo único que Dasia podía decir. Entonces Jagannatha Se apareció a Dasia Bouri y le dijo: ”Oh Dasia, Yo siempre estoy contigo, Yo no necesito un pedestal de diamantes. Pide lo que quieras, estoy preparado para bendecirte”.

Dasia Bouri le susurro al Señor Jagannatha: “Oh Señor, solo deseo lo siguiente; por favor acepta mis ofrendas por Tu propia voluntad, cada vez que yo Te ofrezca algo a Ti”. El Señor estuvo de acuerdo y desapareció.

Al siguiente día Dasia Bouri hizo un trueque con el dueño de la casa donde vivía, cambió una pieza de tela por un coco. El coco debería de ser ofrecido al Señor, solo entonces su sueño podría ser verificado. Pero ¿cómo el coco iba a ser entregado a Jagannatha? Por arreglos de Jagannatha, el sacerdote en jefe iba ese mismo día para Puri con un grupo de devotos llevando consigo muchas ofrendas. Dasia se le acercó al sacerdote muy humildemente y le pidió: “Oh amigo, por favor lleva esto al Señor Jagannatha de mi parte, ya que no puedo entrar al templo, si Él no lo toma, por favor regrésamelo cuando regreses”.

Después de tal incidente en el templo, todos realizaron, incluyendo el sacerdote de la misma aldea, que el Señor y Sus devotos son inseparables. “Donde hay un devoto puro yo también estoy presente”.
Tiempo después Dasia Bouri fue a Puri con una canasta de mangos para el Señor. Cuando llegó a Puri se imaginó la forma del Señor sentado dentro de la rueda azul situada en la parte superior del templo, llamada Nila-Cakra. Jagannatha aceptó la fruta por Sí mismo y la canasta se vació inmediatamente.

Un grupo de sacerdotes vio esta desaparición milagrosa de los mangos y corrieron donde Jagannatha para asegurarse de que el incidente era genuino. Para su asombro, ellos vieron cáscaras de mango y semillas en el altar y gotas de jugo de mango caían de la cara del Señor Jagannatha.

¿Quién va a llamar a tal devoto “caído” o “intocable?”. Había una completa unión entre este devoto y el Señor, como un amante y su amada. ¿Acaso no es esta una persona bendita?

Después de la muerte de Dasia Bouri, el rey de Puri les otorgó a sus descendientes un permiso en la celebración del Rathayatra. Solo a ellos se les permitiría llevar los caballos de madera y a los tres conductores de sus carros. Este servicio es ejecutado hasta estos días tan solo por miembros de su familia.

¡¡JAYA JAGANNATHA!!

El Señor Jagannatha y Karmabai


Todos estaban profundamente preocupados, ya que los rituales del templo abruptamente se interrumpieron. Ningún ofrecimiento a Jagannatha era aceptado por Él. Nadie sabía cuál era la razón. Como último recurso el rey de Puri fue informado que ningún ofrecimiento era aceptado por Jagannatha.

El rey Virakisora Deva estaba profundamente consternado cuando él escucho que el Señor Jagannatha se encontraba tan molesto como para rehusar la comida ofrecida a Él tres veces diariamente.

A pesar de una puja con mucha devoción, no había señales de aceptación en la gota de agua en la mano del pujari. Se dice que Jagannatha acepta el ofrecimiento cuando su imagen puede ser vista en la gota de agua al tiempo del ofrecimiento de bhoga.

Simplemente, la comida se echaba a perder al momento. De pronto el rey recordó un sueño que había tenido la noche anterior, como si Jagannatha tratara de decirle algo. “¡Oh Rey! ¿Te has olvidado de Mí? ¿Qué clases de arreglos haces para esos que vienen hacia Mí? ¿Estás cuidando bien de Mis devotos? Quizás tú creas que Yo no puedo sentir su sufrimiento porque estoy solamente hecho de madera, pero Yo siento todo lo que cualquier mortal pueda sentir. Karmabai de Maharashtra es Mi devota querida. Ella se encuentra en dificultades en Puri, pero nadie le ha brindado una ayuda. Yo cuido de ella, porque ella se ha entregado completamente a Mí, al menos que se alivie de su pena Yo no aceptare nada de los pujaris”.

Ahora el rey Virakisora Deva estaba en un gran dilema. Él realizó que el sueño era verdadero. Una búsqueda completa se inició para encontrar a Karmabai. El rey dio órdenes de que ella fuese traída ante Él, dondequiera que esta se encontrara. Muchos trataron de encontrarla, pero fue en vano.

Badu, uno de los indagadores, arribó a una ermita y observó que el ofrecimiento hecho ahí al Señor Jagannatha reflejaba profunda devoción. Él tocó la puerta.

“¿A quién buscas?”, preguntó Indraswami el guru. “Busco una dama llamada Karmabai”. La atmósfera entera del lugar estaba saturada con un aire de divinidad y gracia.

Badu entró en un estado meditativo. “Oh Badu. Yo estoy aquí en intimidad aunque no en esplendor y abundancia”. Era la voz del Señor.

Entonces, Karmabai, salió de la cocina de la ermita, ella estaba ahí con su maestro Indraswami. Badu vio una comida deliciosa ser ofrecida a Jagannatha con un aroma tan jugoso que sólo es encontrado en comida ofrecida en el templo. Sintiéndose bendecida por la gracia del Señor, Karmabai e Indraswami no habían regresado a Maharashtra, aún cuando vinieron a Puri por un corto peregrinaje. “Jagannatha es todo para ella”, dijo el viejo guru.

En cuanto más sabía Karmabai de Jagannatha, más enriquecida se sentía. Por lo tanto decidieron no dejar el lugar, aún al costo de muchas penalidades físicas o la vida misma. Una vez, mientras Karmabai estaba en el templo, el más delicioso Prasada para Jagannatha se declaró que era inofrecible. Karmabai inmediatamente corrió hacia Jagannatha y lloró. “¿Por qué haces semejante travesura?, quizás tú quieres Prasada de mi mano!”. Karmabai rápidamente trajo una olla de comida para ofrecerle a Jagannatha. Ella totalmente olvidó el ritual propio, como los rituales del corazón son superiores.

Ahora Badu Majapatra estaba parado en frente de ella junto a la ermita. El dijo, “se te ordena que te presentes ante el rey lo más pronto posible. No puedo tomar Maha Prasada aquí debido a que no se ha ofrecido al Señor en el templo primero y con las debidas formalidades”.

Al ver a Karmabai en su palacio, el rey ordenó al tesorero que cuidara de su manutención diaria. Entonces Karmabai solicitó al rey, “Oh raja. Permite mi platillo khechedi, una clase de arroz pullao, sea ofrecido como si hubiera sido preparado por Maha-Laksmi, la esposa del Señor Jagannatha”.

“No está correcto negarle su solicitud, pero no es práctico concederle su deseo tampoco”, meditó el rey. “Veamos la voluntad de Él”.

Todo el mundo estaba entusiasmado esperando por la respuesta”. ¿Seré culpada y apartada por Él por esta audacidad?”, lamentó la pobre mujer. “Las gopis en Dvapara- yuga sacrificaron todo por Sri Krishna, y sus anhelos nunca cesaron”. Muchas dudas llenaron su mente. La campana del arati empezó a sonar adentro cuando la comida era ofrecida. El jefe de pujaris declaró que el ofrecimiento sería aceptado si la imagen del Señor Jagannatha podía ser claramente vista en la gota de agua que sostenía en su mano.

Después de algún tiempo, el pujari Salió del templo y dijo al enorme gentío reunido afuera: “El Señor está comiendo”. Lágrimas de amor y gratitud corrían por las mejillas de Karmabai. Al aceptar su ofrecimiento el Señor daba a conocer que Él aceptaba como si fuese de él.

Hasta este día, uno de los cincuenta y seis artículos que se ofrecen diariamente en el templo y que se dan como Maha-Prasada se llama el Khechedi de Karmabai.

¡¡Jaya Jagannatha!!

El Señor Jagannatha y Gita Panda

“¿Qué no tienes sentimientos? tus tres hijos están sufriendo de hambre últimamente, ¿cuanto tiempo podrán sobrevivir sin alimentos? ¡Deja ya de leer esas lecturas épicas que no sirven para nada! Deja de holgazanear bajo este ardiente sol y ve y mendiga por comida”.
Aunque su esposa le ordenaba que saliera a pedir comida para sus hijos, el panda no respondía. Después de bañarse por la mañana, el recitaba El Bhagavad-gita el cual era su hábito diario. Pero esta vez su esposa le gritó, “¡que criatura tan sinvergüenza! ¡Tú constante recitar solo encuentra respuesta en el llanto lastimoso de estos niños hambrientos, y aún así continuas leyendo el Gita! ¿Acaso nos alimentaremos de eso? ¡Sal inmediatamente a mendigar!”.

El pandit respondió a gritos: “¡tú si que no tienes corazón, ni siquiera me permites terminar mis oraciones diarias! Es inmaterial si el Gita no tiene valor para ti. Por lo menos, permite que otros tengan la oportunidad de leerlo. ¡Simplemente por estar casado contigo no tengo el derecho de leer el Gita!”. La esposa replicó: “tira ese libro, ¿porqué te casaste conmigo si estabas tan habituado a eso? Además, ¿para qué engendraste tres hijos?”.

Gita Panda respondió: “Por favor, recuerda esto, el hombre no ha sido el autor de este libro. El Señor Krishna entregó este mensaje del Gita en la batalla de Kuruksetra. Esta no es una novela barata. Una vez que lo has comenzado a leer, tienes que terminarlo. Estas son las palabras del Señor. Ten paciencia y deja que termine”.

La esposa comenzó a llorar ante esta respuesta tan contraria, “¿Cómo puede haber hombre tan cruel como tú en este mundo? Oh, ¿cuál será nuestro destino? Tú eres un sacerdote, un gran pandit. Me acabas de dar un consejo, pero yo conozco tan poco del Gita. En el Gita el Señor insiste que debemos cumplir con nuestro deber antes que todo, ¿significa esto que debes únicamente recitar el Gita todo el tiempo?”.
El pandit contestó muy irritado: “El Gita dice que todo debe ser ofrecido a Dios, este es el punto principal del Gita- sea esto dolor o placer, vicio o virtud. Él es el verdadero ejecutor de todo. Nada es independiente de Él. No hay razón de preocuparse en tiempos difíciles. Tampoco debes de sentirte feliz en la abundancia. Él es la única providencia, así es que no debe de haber sentimiento de pérdida o de ganancia. Ni tú, ni yo, ni nadie más puede refutar este argumento. ¿Por qué hablas de esta manera tan desquiciada? Yo no puedo refutar la verdad que ha sido escrita en las antiguas hojas de palma”.

Su esposa dijo en un arranque de ira: “¡Dame una pluma! Voy a rasgar todas esas líneas”. Después de hacerlo, replicó con indiferencia: “¡Mira con qué facilidad puede ser censurado y borrado! Viendo este comportamiento tan ofensivo en su esposa Gita Panda gritó: “Es muy malo escribir sobre las líneas que han sido dadas por el Señor Mismo tan solo para satisfacer tus propósitos. Esta conducta causará una ira divina, todas mis virtudes y buenos actos han sido tirados al viento por este acto tan maligno e inmaduro”.

Gita Panda se tiró al suelo con el libro en su pecho, sintiéndose muy deprimido y lleno de ira y de tristeza. Lágrimas rodaban por sus mejillas. Su esposa empezó a sollozar, luego sus hijos también se les unieron.

La esposa pidió que la perdonara por el desatino que había cometido en un momento de ira. Aún así, ella no podía dormir por la noche. ¿Sería alguna vez perdonada por el Señor Jagannatha?
Ella tenía una familia de cinco que cuidar, dos niñas, un varón y su esposo, quien se dedicaba a mendigar y a recitar el Gita en las veintidós gradas de la entrada principal del templo conocida como Basipabacha. Ellos sufrían de una pobreza muy grande.

¿Puede otra escritura ser igual al Gita, el cuál ha sido emanado directamente de la boca del Señor supremo?
Esa era la razón por la cuál él leía y recitaba exclusivamente el Gita en las calles. A él se le conocía como pandita, un gran maestro del Gita, por ello la gente lo llamaba Gita Panda.
Todo esto ocurrió en los años 1500, en ese tiempo ocurrió una sequía muy severa en el área donde vivía Gita Panda. Fue una gran pérdida para la agricultura. Mucha gente en las aldeas se volvieron mendigos. Nadie en las aldeas cercanas podía dar limosna. Fue un gran período de carencia y de tristeza para todos. Gita Panda no tenía donde refugiarse sino en Dios. Él tenía intensa fe en la divina providencia.
Gita Panda vivía en la morada del Señor, Nilacala-Dhama , la montaña azul la cual se conoce como Puri. Todo era azul, ya fuera el templo, el cielo o el mar. Gita Panda sabía que Jagannatha dentro del templo daba provisiones para cada criatura.

La diosa de la fortuna Maha-Laksmi residía ahí. Así que ¿cómo había temor de pasar hambre en tan santo lugar?
Gita Panda estaba soñando todo esto cuando alguien tocó a su puerta. Al abrirla, su esposa muy asombrada vio a un hombre parado ahí con gran una carga de arroz, ghee, dhal, queso, cúrcuma y mostaza sobre sus hombros. Ella le preguntó con respeto: “Señor, bondadosamente hágame saber cuál es la casa que usted busca y lo guiaré a ella”.
“¿Es esta la casa de Gita Panda?”, preguntó el mensajero.
“Si, esta es”, le hizo saber la esposa.

“Estos alimentos han sido enviados a él, Su amigo Jagu, los ha enviado”. Descargando la bolsa pesada, el hombre sintió un gran alivio. “Por favor tome esto”. La mujer en un estado de desconfianza y asombro llevó todos los alimentos dentro de la casa. De pronto la casa de Gita estaba repleta de alimentos.

“¿Cuál es tu casta? Tú no pareces que pudieras cargar semejante carga desde tan lejos?”, preguntó la esposa. “Amable madre, soy un lechero y el hijo menor de Vrajaraja. Tú no me conoces, pero tu esposo me conoce muy bien. Su amigo arregló para que toda esta comida fuese traída aquí. Ahora permíteme despedirme, tengo otros asuntos pendientes”.

“Panda está descansando, por favor permítame que le prepare una cena. Usted ha trabajado tan duro por tantas horas por nosotros, coma algo, antes de que continúe el viaje”.


“No madre, muchas gracias, pero no tengo tiempo que perder. Además que no puedo comer nada porque mi lengua esta rasgada”, contestó el mensajero, mostrando este su lengua. “Oh, que lástima”, dijo ella admirada. “¿Quién hizo esto?”. “Por favor no pregunte, el Panda ya lo sabe, a él no le importará si parto sin haber comido bocado alguno”.
La esposa no pudo persuadirlo para que se quedara. Así que se puso a cocinar para sus hijos. El hombre desapareció inmediatamente.
La comida estaba lista en el momento en que el Panda se despertó. Esta mañana en particular se sentía como si hubiese sido poseído por el Señor. Se asombró de ver a su esposa cocinando, así que preguntó: “¿Cómo es posible que hayas preparado todo esto?”. “Uno de tus amigos, Jagu, mandó todo esto con un mensajero. Ven a ver. Nuestra cocina está repleta de comida”.

“Desafortunadamente, el mensajero desapareció sin haber probado bocado alguno porque su lengua estaba rasgada”, dijo ella.
Un escalofrío se sintió por el cuerpo de Gita Panda. Él miró a su esposa con asombro. “Debemos de ir al templo inmediatamente”, dijo él. Juntos entraron al templo. La mujer aún estaba asombrada.
“Oh, mi Señor”, “lloró el Panda. “Ve y mira de cerca al Señor Jagannatha sentado en el altar”, le dijo a su esposa.
Ambos pudieron ver con claridad la deidad de Jagannatha, aún más, pudieron ver su lengua. Estaba rasgada y sangrando.
El Panda y su mujer presionaron sus cabezas contra la pared y comenzaron a orar: “Oh Señor, nosotros somos muy caídos, por favor perdónanos”.

De pronto escucharon el eco de una voz que venía de las paredes del santuario interno que dijo: “Yo ayudo a aquellos que Me oran”.

¡¡JAYA JAGANNATHA!!

El Señor Jagannath y la Yogini


Su suave sonrisa era el blanco de las miradas, como si los ojos fueran solamente para esa visión. La gente que pasaba por el templo Le lanzaba una mirada. Su cara era tan nectárea que llamaba la atención de los peregrinos que se apresuraban a tomar darsana del Señor Jagannatha, pero Jnanadei continuaba haciendo las guirnaldas para el Señor, con su cara hacia abajo.

Cuando llegaba un cliente por una guirnalda, ella la ponía a un lado envuelta en una hoja de banano, nunca toco una mano aun inconscientemente. Pero una vez el hijo del jefe de pujaris le arrebató una guirnalda cuando ella la envolvía. Inmediatamente las flores cayeron por doquier. Con un llanto agudo él sintió un calambre en su mano y sin energía. La gente reunida en su alrededor, veía al muchacho en tan penosa condición. Pero la Malini, la muchacha florista, continuaba con su trabajo, aunque su cara era ahora mas seria. ¿El joven muchacho había cometido una grave ofensa y ahora estaba pagando con este percance?

Después de este incidente, se hizo una fantasía popular entre la gente de tocar a la Malini. A veces estaba tan cerca de tocarla, pero su ánimo se evaporaba en el aire. Un sentimiento de temor reverencial se apoderaba de ellos, como si se congelaran al momento. Por lo tanto en un momento de indecisión y temor se alejaban de su cara tan brillante que parecía como una flor fresca.

Era el siglo XIII y el rey de Puri, Mukunda Deva, llegó al templo recibido con música de instrumentos de Begul, y el saludo de bienvenida de los devotos. El sonido de regocijo rompió el silencio de la florista que subió su cara y miró al rey. El Rey Mukunda Deva, le dirigió una regia mirada. Al mirar directamente a sus ojos, él sintió como si hubiese sido tomado por el poder de sus ojos azules en esa cara tan fina. De alguna forma u otra se controló y caminó hacia el santuario interior del templo. Hay descripciones muy vívidas de belleza femenina en los clásicos, pero ellos son insignificantes cuando se comparan con la resplandecencia de la cara de Jnanadei.

Se originó una especulación popular entre los habitantes que ella había venido de Sri Ksetra solamente a ser una tentación, tan atractiva era su apariencia. Su rizado y exuberante cabello estaba peinado con olorosas flores; añadiendo más lustre a sus encantos. Sus cejas estaban delicadamente arqueadas y bajo de su gran frente, sus grandes ojos eran muy irresistibles, como una pieza de hierro hacia el imán. Sus duros senos estaban llenos y bien formados, como dos tazas de la leche más rica de la madre, invitando al niño a beber. Tal era la excelencia de su belleza.

Jnanadei se hizo cargo del servicio de las flores en el templo después de su padre adoptivo. Una vez él soñó que una pequeña niña vendría por la mañana. Cuando él envejeció no pudo hacer el servicio de florista y ella venía a ayudarlo. Así fue como Jnanadei se fue a vivir a la casa de su padre adoptivo. El viejo no tenía esposa ni hijos, además que no tenía dinero para casar a Jnanadei. Después de su muerte la Malini entrenó animales domésticos como borregos y pericos, le enseñó a los pericos a cantar los nombres de Jagannatha, así la atmosfera silenciosa de la casa resonó a la pronunciación de los nombres del Señor. A la sorpresa de los vecinos, huellas de pezuña se encontraron alrededor de su casa. Se inició un rumor de que un pretendiente rico había venido a caballo la noche anterior. Como resultado de estos chismes, Jnanadei estaba muy molesta, así que ella nunca miró a nadie más.

La gente vecina mantuvo guardia y hasta algunas veces pasaron algunas noches sin dormir tratando de descubrir la verdad, pero todo fue en vano. No podrían rastrear la venida de un caballo o la identidad de aquel amor ilícito. Que le importaba a ella si esta gente se estaba volviendo loca sobre al respecto, así que Jnanadei continuó con el servicio y otra vez se olvidó de la conspiración pública que la rodeaba. En el transcurso de los eventos, el rey fue informado de este supuesto amorío de ella y ordenó que se indagara, no fuera que ella estuviera teniendo tratos con el enemigo extranjero, pero los agentes secretos del rey no pudieron hacer nada.

Intentaron entrar en la casa secretamente, pero fue en vano, ellos se sintieron hipnotizados y sin poder pasar a través de la puerta. Entonces se escondieron afuera de su casa y escucharon adentro unos sonidos de galanteo a mitad de la noche. De pronto se escuchó el enigmático cantar de “¡Jaya Jagannatha! ¡Oh Subadra, sálvanos!”. Wsto confirmó que Jnanadei estaba simplemente rezando en soledad. El rey supo de la genuinidad de ella y después de obtener el reporte final de sus espías decidió presentarse ante la yogini. La historia ha sido pasada a nosotros de esta manera:

Era el año 1628, en este tiempo la adoración a Siva era muy popular. En una ocasión llovía tan fuerte que Jnanadei se encaminaba a su casa sin un paraguas, aún así la lluvia no tocó su cuerpo como si un paraguas invisible la cubriera. Al ver semejante proeza mágica la gente creyó que ella era una yogini con poderes especiales. Esto hizo que las mujeres la visitaran para que las ayudase con tratamientos de salud: “no nos iremos hasta que nos cures, no pretendas que no puedes ya que tu puedes traer néctar del cielo si en verdad lo quieres”.
Entonces Jnanadei se daba por vencida y decía: “toma agua de esta vasija y rocía un poco sobre tu hijo para que así tengas buena salud y vigor”.

Desafortunadamente, entre más curaba más se reunía diariamente la gente afuera de su casa, los tradicionales adoradores de Siva se sintieron muy envidiosos y decidieron usar sus poderes místicos para detenerla de una forma u otra. Necromanceros fueron llamados para volverla tonta, no teniendo éxito regresaron al sacerdote sivaita, lamentando: “ella ha obtenido realizaciones espirituales y su alma es parte del espacio ilimitado”.

“¡Oh, estamos frustrados! Lloró el sacerdote. ¡Al menos hubiesen enloquecido a los borregos!”. Pero los mensajeros contestaron: “no había ningún borrego, más bien tantras en piel de borrego. Ellos se convertían en borregos durante el día y tántricos en la noche”.
Una sensación de desafío se apoderó de los adoradores de Siva. Ellos dijeron graves alegaciones en contra de Jnanadei al rey. Ellos dijeron que ella planeaba que los templos no tuvieran ningún poder, y que los sacerdotes se convirtieran en mudos. El rey ordenó: “ hay que invadir su casa”.

Antes del arribo de los soldados, un perico voló de su jaula e informó a Jnanadei de la orden del rey. Jnanadei permanecía inmóvil y oró al Señor Jagannatha para que Él estuviese de su parte y la protegiera.

“No temas, se fuerte y bravía aún en el clima más duro”, ella escuchó una voz desde arriba. “Yo desciendo cada vez que es necesario, aún cuando soy trascendental a este mundo material. Mi aparición es para levantar a devotos como tú. Aún Sita, la mujer más casta tuvo que sobrepasar el empuje de la vergüenza pública, que hablar de una dama como tú. Tú tendrás que encarar una prueba de fuego también ¿por qué has transformado tántricos en borregos? Crema es la forma condensada de la leche, pero un bebé no puede subsistir bebiéndola, tiene que tomar leche. De cualquier manera, no te preocupes, Yo estoy contigo. Has a un lado tus poderes especiales y llámame a solas. Yo estoy siempre contigo. ¿No es ese mi deber?”. susurró la suave voz desde arriba.

Este amoroso susurró consoló a Jnanadei, quien se sentó a solas en su casa. Hasta sus borregos no había probado bocado desde temprano en la mañana. Calmadamente Jnanadei vio como los soldados del rey rodeaban su casa, aún cuando no habían leído la orden, rodeada por soldados, la yogini y sus cinco borregos se encaminaron al palacio del rey.

Nadie sabía cómo convertir un borrego en hombre y viceversa. El aire estaba lleno de suspenso: “ella podía hacer eso a nosotros si lo desea”, ellos temieron. “¿Qué clase de mujer es ella? Si se ha pasado las noches con cinco hombres, ¿Cómo él Señor puede llevar una guirnalda hecha por ella?”. Otros estaban del lado de yogini y replicaron: “no levanten una palabra en contra de la integridad de su carácter, tengan paciencia y esperen por el veredicto del rey”.
El grupo estaba cerca del palacio real. El gentío constantemente cambiaba impresiones acerca de ella. ¿Era ella un misterio encarnado? No, ella era una ordinaria florista, otros decían que su carácter era puro e inocente. El rey mismo adoraba a Siva, Jnanadei estaba de pie enfrente de él con sus manos juntas y su cabeza baja. El rey no podía ver a su cara porque estaba tan resplandeciente.

“Me llamo Jnanadei Malini, la experta florista. Una vez el príncipe de Suvarnapura vino a verte”.
“¿Para qué?”, preguntó el rey.
“Si su majestad. Él vino a mí para aprender el arte de ciertas meditaciones místicas. Ahora él se quedó conmigo”. “¿Puedo verlo?”, Cuestionó el rey.
Jnanadei inmediatamente miró hacia atrás y tocó la espalda de uno de sus borregos. Al cerrar de un ojo, éste se convirtió en un joven hombre. El príncipe dio reverencias al rey. Todos estaban sorprendidos. Luego los otros cuatro borregos fueron transformados de nuevo en hombres.

Los fornidos hombres del templo de Siva aclamaron con castigar a la dama diciendo: “ves, todas nuestras alegaciones están bien fundadas”.
El rey ordenó que se callaran y dirigió una mirada inquiriente al príncipe de Suvernapura. El príncipe respondió: “oh rey, la ciencia mística demanda privacidad y secreto. Mentes ordinarias podrían ser mal dirigidas. Esta dama no tiene ninguna mala intención”.

“¿Qué de los otros cuatro?”, preguntó el rey, “¿es verdad que están conspirando en contra de los templos de Siva?”. “No, de ninguna manera”, ellos respondieron con vehemencia. “Ellos están simplemente celosos de los atributos espirituales de esta mujer. Su propia conspiración se ha vuelto en contra de ellos, es por eso que algunos han perdido el habla”. “¿Puedes ayudarlos a que recuperen el poder de hablar?”, el rey giró hacia Jnanadei y preguntó.

“Las cosas pueden tomar cualquier forma, si mi Señor Jagannatha lo desea, Él pude hacer y deshacer cualquier cosa”, dijo Jnanadei quedamente. Con sus manos unidas ella rezó. Después de algún tiempo, una sombra descendió y tomó la forma del Señor Jagannatha. Al ver esto, todos empezaron a cantar las glorias de Dios, y los sacerdotes sivaistas recobraron el habla.

El rey bajó de su trono humildemente; un pequeño rey cubierto por la sombra de Uno más grande. Entonces la enorme sombra desapareció.
Jnanadei regresó de su trance y fue directamente al templo. Allí empezó a hacer guirnaldas, las más hermosas de Tulasi. Eran de doce pies de largo, conocidas como Dhanvamala, la cual abarcaría completamente al Señor Jagannatha de un brazo al otro, y ella dio esta Dhanva-mala al Señor para agradecer su grandiosidad en la hora de necesidad.

¡¡JAYA JAGANNATHA!!