El Señor Jagannatha y el deseo cumplido


En 1973 el autor de este libro personalmente experimentó uno de los espectaculares lilas del Señor Jagannatha.

En la actualidad el autor es un sacerdote en el templo, porque el servicio se ha pasado de padre a hijo.

Todos los khuntias son guardaespaldas de las deidades y sin su permiso, los devotos no pueden entrar al santuario interior del templo para tener darsana, o para mirar a las deidades. Los khuntias aceptan cualquier ofrecimiento como fruta, ropa o dinero que se dona y solamente ellos pueden llevar estos ofrecimientos al altar de las diedades.

El autor era entonces un hombre joven de 28 años y este era su primer día entero de servicio a Jagannatha.

Tomó un baño, llevaba consigo un cordón santificado nuevo, candana blanco en su frente y tulasi mala en su cuello, el se dirigió al templo con su padre a las 4 a.m.

Hablando al Señor Jagannatha como a un ser humano él oró: “Bien Jagannatha. Yo se que a ti te gusta dar a Tus sirvientes muchas cosas finas, pero este es mi primer día. Por favor no me des nada hoy, yo estoy aquí para servirte”.

Cuando él se encontraba orando de esta manera, una viejecita le habló por detrás, “¿Oh joven, eres tú un pujari del templo? Tú debes ser nuevo aquí. Toma estas cinco rupias a las diedades y después llévalas a tu casa”.

“Oh Jagannatha, ¿Qué debo hacer? Acabo de prometerte no llevarme nada este día, pero ahora con el primer ofrecimiento Tú me estás dando este dinero, ¿me estas poniendo a prueba?”.

Sin tocar el dinero, el autor llamó a uno de sus hermanos que viniera y llevase el dinero a las deidades. La viejecita protestó, “no, no. Yo te estoy dando este dinero. Toma otras cinco rupias, tómalo”. De nuevo el joven pujari miró a Jagannatha en duda.

Él sintió como si estuviese luchando contra un elefante. Finalmente, se dio por vencido y tomó las diez rupias y se las entregó a su hermano, para así no ofender a la viejecita y al Señor.

Era ya el amanecer. A través del día mucha gente quería regalar dinero en agradecimiento al joven devoto pero él no lo aceptaba. Si lo hubiera hecho, él habría ganado mil rupias ese día.

Finalmente el último ritual iba a llevarse a cabo, era después de la media noche, y él había evitado aceptar cualquier dinero.

De nuevo viendo al Señor Jagannatha, él dijo, “Te he derrotado. He ganado. Si en verdad hubieras querido, habría recibido algo sin mi conocimiento. Pero ahora yo soy victorioso en tú servicio”.

Casi al minuto, el khuntia vio a un chofer de autobús parado a sólo pocos metros de él. Llamó inmediatamente al autor, “eres tú un sacerdote del templo?”.

“Si lo soy, ¿Qué deseas?”, replicó él, un poco preocupado.
“¿No ves que visto como tal? ¿Qué quieres que yo haga?”. El chofer de autobús replicó, “tengo algunas monedas de plata. Que las toque el Señor y después llévatelas a tu casa”.

En ese tiempo una moneda de plata era treinta veces más que el valor de hoy en día. El autor protestó, “venga mañana por la mañana y haga este ofrecimiento. Ahora no es el tiempo adecuado porque el último ritual ha comenzado ya”.

La cara del chofer se desvaneció. “Pero mi autobús está partiendo inmediatamente con peregrinos hacia Badrinath, no puedo esperar hasta mañana”.

El joven khuntia se dio la vuelta y comenzó a alejarse pero el chofer le arrojó las monedas de plata por detrás.

Cuando el kunthia miró hacia atrás, el chofer de autobús se había desvanecido. El khuntia se encontraba a solas en el templo con las deidades. Los demás sacerdotes del templo se habían retirado a sus casas.

Las monedas yacían en el piso junto a sus pies.

“Oh Jagannatha, ¿Qué puedo hacer? Tú me has dado monedas a pesar de mi rehusamiento tan necio”. Así que él recogió las monedas y se marchó a casa. Eran casi las 3 a.m. en la mañana. Cuando él le dio las veinte monedas de plata a su esposa, ésta se encantó de maravilla. Ella le había pedido a su esposo la noche anterior que colectara suficientes donaciones de plata para hacer tobilleras de plata para su hijita recién nacida.

El esposo permaneció callado, pero el Señor Jagannatha de cualquier manera se lo concedió a ella.

El joven khuntia fue a cambiarse sus ropas. Cuando una moneda más de plata cayó al suelo causando un ruido estrepitoso. El joven hombre se quedó sin habla. Alguien le había dado una rupia sin su conocimiento.
Por lo tanto el elefante siempre gana, y la hormiga es vencida.

¡¡JAYA JAGANNATHA!!